El pesado de Raphinha
El primero que presiona, dinámico, vertical, contagia su energía en el campo y en la grada.

Hace un año y medio estaba en directo en una tertulia radiofónica el día que se hizo público que Raphinha había sido elegido como cuarto capitán del Barça. Recuerdo la sorpresa, pero también la reflexión general de que algo nos estábamos perdiendo los periodistas porque por entonces Raphinha no es que no fuera un jugador clave, sino que estaba cuestionado y durante el verano había sonado insistentemente el nombre de Nico Williams. Debía haber una razón para que sus compañeros le votaran, incluidos los más jóvenes como se pudo saber después, porque el liderazgo y el respeto dentro de un vestuario no se regalan, se ganan. Ahora ya tenemos todos claro que no se equivocaron.
Hace una semana, después de más de dos meses de baja por lesión, el brasileño volvió a ser titular ante el Alavés y tras concluir el partido se calificó de plasta: “Siento que estoy siendo un poco pesado, pero creo que presionar es importante. Seguro que dentro del campo mis compañeros a veces piensan que hablo demasiado, pero exigiré al resto porque pueden dar mucho más. Asumo la responsabilidad”. El martes, en la catártica victoria frente al Atlético, Raphinha demostró que ser pesado tiene premio no solo individual, sino sobre todo colectivo. Porque si Lamine Yamal regala talento y magia, Pedri el control, la visión y la pausa, él pone el alma. Se ha convertido, sin ninguna duda, en el líder espiritual del Barça.
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Para el fútbol que propone Hansi Flick, Raphinha es un jugador imprescindible. El primero que presiona, que pelea, dinámico, intenso, incansable, vertical y el primero además que contagia su energía a los compañeros y a la afición a la que es capaz de levantar del asiento para exigir que anime. El pesado no solo proporciona físico y calidad, sino un intangible, el carácter, la personalidad, que supieron reconocer también primero dentro del vestuario. Son tipos como él, líderes naturales, los que ganan títulos sin coleccionar portadas ni balones de oro. Bienvenidos sean los plastas.
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