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El orgullo decide los Clásicos

El Real Madrid de Pablo Laso encadenaba la pasada campaña cinco partidos perdidos ante el Barça de Saras Jasikevicius, dos en la ACB, dos en la Euroliga y uno en la Copa del Rey, pero al término del curso ganó los choques verdaderamente importantes, los que deciden títulos en primavera, en la Liga y en la Final Four. La historia no tiene por qué repetirse, o quizá sí, pero el dato sirve para recordar que las temporadas de baloncesto son largas, con numerosos altibajos y contradictorias rachas. En la presente sesión, de momento, se reedita el guion. El Madrid ha ganado la Supercopa, pero el Barcelona le ha golpeado en los dos siguientes duelos. Un 2-1 azulgrana que tampoco resuelve nada, más allá del orgullo. Ambos equipos empatan en la clasificación de la Liga ACB: 11 victorias y 3 derrotas. Y en la Euroliga andan separados por un triunfo, a favor del Barça. Todo está en al aire. Ese orgullo es el que decide los Clásicos. Seguramente fue la clave para la remontada madridista de la pasada temporada. Y también lo que empujó a los de Saras a tomar el lunes el Palacio en el primer lance de 2023.

Las “ganas” y la “motivación” son factores que se suceden en boca de los protagonistas. Si ese intangible lo trasladamos a las estadísticas, encontramos explicaciones. Chus Mateo abroncó a su plantilla en un tiempo muerto porque el Barça ganaba el rebote ofensivo, con un total de 16, y con la implicación especial de Da Silva (4) y Vesely (3). Los culés también lideraron los balones recuperados: ocho. Es verdad que a esas “ganas” y “motivación” añadieron a sus dos jugones, Higgins y Laprovittola, pero el propio alero estadounidense, que decidió el último cuarto, empezó su racha final con un triple después de… un rebote en ataque. Jasikevicius iba a cambiarle en ese momento, pero le dejó en cancha. A este nivel, esos detalles resuelven los partidos. Cuestión de orgullo.