El Mundial femenino no respeta imperios
El Mundial femenino sigue su curso y produce sus noticias, que aquí resultan poco comentadas salvo en lo que se refiere a las de nuestro equipo con su zigzagueante caminar, hecho de sendas victorias claras ante Costa Rica y Zambia, un desazonador 4-0 ante Japón que nos hizo temblar la estantería y la rápida solución al problema con un brillante 5-1 sobre Suiza, que había pasado como campeona de grupo. Me impactó la rapidez y suficiencia de la reacción. Me impactó tanto eso como lo había hecho en las previas la calma del grupo. Vi declaraciones sensatas, seguridad, unidad de propósito. Nada de mensajitos de consumo interno entre líneas.
Así que España ya está en cuartos, donde se medirá con Holanda. En principio sólo supone estar entre las ocho mejores, pero ese listón no han podido pasarlo ni Alemania ni Italia ni Brasil, caídas en la fase de grupos, ni la hexacampeona Estados Unidos, eliminada ayer en octavos por Suecia en un partido pelmazo, con mucho físico y mucha táctica, pero poco ingenio. Acabó en los penaltis. El último lo paró Alyssa Naeher con rebote, rebañándolo en un escorzo cuando ya se colaba en la portería; Stephanie Frappart consideró que el balón no había entrado, pero el VAR encontró una imagen de tangente línea de fondo-circunferencia del balón, y dio gol.
Yo me hubiera fiado más de Frappart, la imagen aportada no me parece contundente, pero ante el Ojo Supremo no hay apelación. Por lo demás, el Mundial está siendo jugado con corrección, bien arbitrado (lo segundo viene solo cuando ocurre lo primero) y creo que una vez levantadas de la caída ante Japón sin nada roto, las nuestras no están en el furgón de cola de esto, ni mucho menos. Tenemos jugadoras buenas, de perfiles propios, muy distinguibles, el tipo de futbolistas que te llaman a sentarte ante la tele, porque inventan cosas magníficas. Con una que hasta ahora destaca sobre todas, Aitana Bonmatí, que arma juego, llega, la esconde y marca.