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El Madrid vuelve a llamar al señor Lobo

Tenía problemas el Real Madrid en Montjuïc y se los arregló Jude Bellingham, el Señor Lobo del equipo. Difícil encontrar un caso parecido. Cristiano llegó, marcó goles desde el principio y no paró hasta el final de su trayectoria en el fútbol español, pero esas eran las expectativas de su fichaje. Las cumplió como nadie. El ingreso de Bellingham en el equipo despertaba otras bien diferentes. Se esperaba un fenomenal centrocampista, versátil, con un despliegue gigantesco en el campo, la nueva visión que se tiene en el fútbol del jugador total, excepto el gol. Había marcado ocho en la última Bundesliga, el campeonato con mayor promedio goleador de Europa, y se confiaba en aumentar la cifra, no en el depredador que lleva 10 en 11 partidos.

El Barça-Madrid suele llevar firmas individuales, imposibles de olvidar. El Clásico de la cola de vaca de Romario, el de la cucharita de Raúl, el del triplete de Messi cuando el Barça se quedó con 10 jugadores… La lista es larga y está plagada de nombres que dejaron huella en la madre de todos los partidos. El último ya tiene dueño: Bellingham. Debutó y marcó los goles de la victoria, un tiro largo y otro corto. Cuando se trata de buscar la red, no hace distinciones.

Con Bellingham ocurre algo que puede llegar a ser preocupante para el Real Madrid. Cabe la posibilidad de que se convierta en una coartada y oculte problemas que se observan cada vez más. La indefinición del equipo es uno de ellos. No es defensivo, ni ofensivo, pero eso no significa que le distinga el equilibrio. No termina de detectarse una identidad en el juego del Madrid, aunque tiene derecho a proclamar el viejo mantra: la identidad es ganar.

Ha logrado 28 de 33 puntos posibles, una estadística que invita a resistir las críticas. Bellingham se ha encargado de elevar esas cifras, no exponencialmente, pero si de manera significativa. Marca muchos goles y casi ninguno es para la galería. Son goles que ganan partidos, como el de Montjuïc, una victoria que engrasa la máquina en el cotidiano discurrir de la Liga. El Madrid ya ha colocado al Barça a cuatro puntos en la Liga, donde cada punto cuenta.

Cuando un nombre, y éste es Jude Bellingham, tapa el sol con victorias, grandes titulares y fascinación general, los matices se trasladan a un segundo plano o se ocultan. Se vive de maravilla a la sombra de un gigante, pero en la sombra también existen los problemas. El Real Madrid se ha enfrentado a los cuatro equipos que le siguen en la clasificación: Girona, Atlético de Madrid, Barcelona y Real Sociedad. Tres victorias y una derrota, la única que ha sufrido en el campeonato.

De los cuatro partidos, el más solvente fue contra el Girona en Montilivi, con Bellingham como gran protagonista, por supuesto. Aquel partido comenzó con el Madrid penando, aguantando un chaparrón de llegadas del Girona. Emergió después, marcó un gol y controló el encuentro, sin alardes. En el Metropolitano sufrió un calvario, superado por el Atlético en todos los capítulos: goles, juego y respuestas tácticas. Contra la Real Sociedad, estuvo al borde del colapso en el primer tiempo. Remontó en el segundo con gran esfuerzo. Luego se agrupó cerca del área y confió en el contragolpe. En Montjuïc, pasó tan de puntillas por el primer tiempo que permitió crecerse a un Barça que llegaba lleno de lesionados y de dudas.

Apenas se ha visto un Madrid dominante, marcial, salvo el espléndido primer tiempo en San Mamés, que indicaba un camino que no ha recorrido después. El Barça le superó en el primer tiempo, remató dos veces contra el palo y obligó a una excelente intervención de Arrizabalaga antes del primer gol de Bellingham. La defensa flaqueó y las dudas abundan en el centro del campo, donde nadie se siente titular, salvo Valverde. El resultado no es otro que la indefinición. Hasta los delanteros parecen víctimas de la nebulosa. No transmiten sensación de confortabilidad, ni el equipo en general. En estas incómodas condiciones, un jugador acude puntualmente a arreglar los problemas. Es su señor Lobo particular: Jude Bellingham.

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