El Madrid lució sus galas en Doha
Victoria sencilla, dentro de lo que puede haber de sencillo en fútbol, en esta final Intercontinental; un torneo que sirve, sobre todo, para hacer patente la distancia entre el mundo Champions y su extrarradio. El propio diseño de la competición así lo sanciona al citar al europeo sólo en la final, para enfrentarse al que haya dejado atrás al resto de aspirantes. El partido, celebrado en Doha, donde Infantino ha fijado su residencia, sirvió para ratificar esa diferencia. El Pachuca no fue rival para un Madrid que sin apretar ganó por 3-0. Ni siquiera supo o quiso embarullar el partido, cosa que se agradece. Fue una final limpia.
No va esto en demérito del Madrid, que si vuelve una y otra vez ahí es por la insistencia con que gana la Champions, y eso ya son otros lópeces. Le vino bien el partido, a pesar del viaje algo inoportuno intercalado en una temporada agobiante. Después de todo, es un título de nombre resonante, televisado a todo el mundo, y al club madrileño le dio para lucir sus mejores galas. El primer gol fue una preciosa combinación Bellingham-Vinicius-Mbappé; el segundo, una perla de Rodrygo, que está de vuelta. Y cerró el marcador un penalti, que viene bien para dar que hablar a los anti, y eso que fue bien claro. Lo marcó Vinicius.
Ancelotti, que con este título adelanta al legendario Miguel Muñoz (me apresuro a añadir que entonces no se jugaba tanto complemento en forma de Supercopa, todo era plata de ley), respiró satisfecho al final. Parece que tras darle vueltas va hacia un 4-2-1-3, con Valverde y Camavinga en doble pivote y Bellingham detrás de Mbappé. Buena idea, creo. A Tchouameni lo ha camuflado en la defensa, algo que siento por Asencio, pero con haberlo quitado de la media me parece suficiente. Y si el francés se asienta ahí, quién sabe si Asencio no acabará rindiendo servicios como lateral derecho. En fin, otro título y a seguir.
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