El Madrid lució su sangre joven

Aguirre ha hecho un Mallorca, compacto, organizado, difícil. Un equipo de esos que dan la impresión de ser mejor que la suma de sus individualidades. Llegó al Bernabéu acreditado por su desempeño en los partidos anteriores y al Madrid se lo puso mucho más difícil de lo que parece desprenderse del resultado. La historia del encuentro fue un ejercicio de insistencia del Madrid, que resolvió por los chispazos de enorme calidad de sus jóvenes Valverde, Vinicius y Rodrygo. Este empezó de extremo pero destacó de verdad cuando, retirado Hazard, al que esta vez le echaron el toro al corral, ocupó la zona de Benzema, en la que lució y se le vio cómodo.

Pero antes de eso Valverde había puesto patas arriba el Bernabéu con un golazo de bandera. Llegaba el descanso, el Madrid iba por detrás en el marcador por un cabezazo del gigantón Muriqi y estaba sufriendo. En eso el uruguayo recogió una entrega de Ceballos, aún cerca de su propia área, tiró para arriba como una tuneladora y tras una carrera de 75 metros eludiendo rivales soltó un zambombazo por la izquierda. El primer gol vale por tres, solía decir Di Stéfano. Éste permitió que el madridismo pudiera mirar con otra cara un partido que se estaba poniendo muy difícil y queda para los restos como jugada emblemática de este jugador.

Aun así, a la vuelta del descanso el Mallorca estuvo a muy poco de adelantarse de nuevo y entró Modric para marcar el ritmo, y Rodrygo se corrió al eje del ataque. Vinicius había estado solo, sin socio en que apoyarse y metiéndose en líos pero pronto una arrancada de Rodrygo le permitió marcar un gol exquisito. Y ya más adelante el propio Rodrygo se fabricaría uno él solito, metiéndose con regates en el área mallorquinista como cuchillo en manteca. Aún habría otro gol, de Rüdiger, pero el partido lo habían resuelto aquellos relámpagos de esa guardia joven del Madrid. Este equipo tiene presente, pero también mucho futuro.