El jefe del Dakar
Recuerdo pisar por primera vez el vivac y escuchar cómo Peterhansel y Despres, dos pilotos que suman 18 victorias en la carrera del desierto, se referían a Sainz como “el jefe”. El Dakar era una carrera de navegación y aventura hasta que El Matador convirtió las especiales de 700 kilómetros en tramos de rally a fondo. Y los coches eran sólidas construcciones para viajar deprisa hasta que el español contribuyó de manera decisiva en el desarrollo de prototipos todoterreno, de dos o cuatro ruedas motrices, con amortiguadores de camión que copiaban el terreno para convertir el fuerapista en una autovía. Antes de hablar de victorias o títulos, hay que considerar a Sainz como un auténtico revolucionario del off-road.
El automovilismo es un deporte de hombre y máquina. El mérito de ganar cuatro Dakares es inmenso, pero el valor de hacerlo con cuatro fabricantes es incalculable. El todoterreno convencional de Volkwsagen (2010), los tracción trasera de Peugeot (2018) y Mini (2020), el eléctrico de Audi (2024)... el denominador común de los cuatro proyectos es Sainz. Detrás quedan las horas de test en Marruecos, las averías necesarias para fiabilizar cada pieza, los golpes que preceden a los éxitos. Siempre me quedo con una etapa, la penúltima de 2019, que solo recordarán quienes estuvieron allí: Carlos salió con tres horas de retraso tras reparar un problema hidráulico grave. No luchaba por nada, pero se negó a abandonar para afinar los fallos de juventud de aquel Mini. Al día siguiente, ganó la etapa. Al año siguiente, ganó el Dakar.