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El Intercity sacó los colores al Barça

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Un amigo pontevedrés me mandó una foto de Pasarón a reventar. “Como en los viejos tiempos”, la rotulaba. Daba gusto verlo así, como dio gusto ver el Rico Pérez con 26.000 personas para el Intercity-Barça. En los dos casos hubo prórroga y victoria final forastera, el Mallorca en Pontevedra, el Barça en Alicante, pero que les quiten lo bailado a los que disfrutaron una noche de emoción copera. Fueron dos ejemplos más de lo provechosa que es esta fórmula de la Copa, que algunos discuten pero que nos ofrece algo que no se encuentra fuera de ella. Nos ofrece, por tirar del ejemplo más próximo, todo eso que contuvo el Intercity-Barça.

El Intercity es un club con cinco años de vida, aventura de unos inversores que paso a paso lo han metido en la Primera RFEF, la tercera división de nuestro fútbol. El Barça hunde sus raíces más allá de un siglo atrás, jamás ha jugado en otra categoría que la Primera y es el Rey de Copas, con 31 títulos. Los jugadores del Intercity son desconocidos, el Barça estaba lleno de mundialistas. Pero la desproporción que a la vista de esos datos podríamos presentir no se vio sobre el campo, un terreno en buenas condiciones, nada de césped artificial ni de barrizal. La Copa nos recuerda una y otra vez que un mayor entusiasmo equipara las fuerzas.

Pasó el Barça, pero emitiendo señales preocupantes. No manejó el partido, sólo en estado de necesidad tuvo arrebatos que le permitieron marcar goles que pronto secaba el Intercity porque la defensa culé no tuvo atención ni firmeza. Pasan los meses y hay jugadores que no aparecen, que no se sabe por qué están ahí. Y los hay en todas las líneas. Alguna buena noticia sí se pudo detectar, sobre todo la vuelta de Araújo, estupendo mientras estuvo; o la clase de Pablo Torre, jugador de alta escuela que limpia la jugada cuando interviene; o la claridad de Ansu. Pero es poco para un Barça en el que todo el mundo quiere creer, pero no lo pone fácil.