El inicuo penalti del PSG-Newcastle
Se justificó la introducción del VAR en el fútbol como una fórmula para evitar esos ocasionales errores graves que lo han afeado a lo largo de su historia. Cosas como el gol-no-gol de Inglaterra en la final de 1966, el penalti de Guruceta, los goles con la mano de Maradona a Inglaterra o de Henry a Irlanda… Grandes errores judiciales que han sobrevivido al tiempo. Bueno, pues ahora el VAR ya se ha apuntado uno de parecido calibre, ese penalti sacado de la manga en el minuto 97 del PSG-Newcastle, que valió un empate que salvó al PSG de la eliminación. En el palco estaban Al Khelaïfi y Ceferin, en amorosa compaña.
Szymon Marciniak no vio penalti porque no lo hubo, pero desde la sala VOR su colega Tomasz Kwiatkowski le ‘llamó a consultas’. Él fue y, para horror de toda la tribu del fútbol, salvo los hinchas del PSG, señaló penalti. Esta pareja estuvo en la final de la Copa del Mundo, así que son hombres de máxima confianza del sistema, de esos que tienen bien interiorizado que si hay que equivocarse, que sea de la forma que conviene a la organización. Así que salvaron al PSG, para complacencia de los prebostes del palco. Luego, con cinismo extremo, sustituyeron a Kwiatkowski para el partido de Anoeta, en aplicación del viejo principio ‘Roma no paga a traidores’.
El VAR vino para intervenir en caso de error ‘claro y manifiesto’. Aquí lo claro y manifiesto es que el PSG estaba con un pie fuera y eso activó la alarma de Kwiatkowski, que reorientó a Marciniak. ¿O es que recibió alguna indicación al respecto en forma de llamada a su sala brumosa? Lo peor del VAR es que permite cualquier tipo de sospecha, porque ya no se arbitra con luz y taquígrafos, sino por debajo de la mesa. Este sistema tiene un defecto que lo hace inaplicable: salvo en jugadas de ‘ojo de halcón’, es imposible fijar la línea entre lo ‘claro y manifiesto’ y lo que no lo es. Y eso deja un remango para atropellos claros y manifiestos, como este.