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El increíble viaje del Sevilla a Budapest

Errores iniciales. Europa observa de nuevo con admiración el caso del Sevilla, que pasada ayer la parada del Madrid mira ya la final de la Europa League, donde el destino le coloca por séptima vez, seguramente en la que sea la más inesperada de todas. Pero en el fútbol no hay casualidades y este viaje a Hungría no se explica sólo a través de Mendilibar, sino que esconde unos secretos que permiten entender el porqué, y que parten de una premisa bien explicada por el portero Bono: “El fútbol es de los futbolistas”. El Sevilla empezó desnortado la temporada. El zumo de Lopetegui estaba exprimido y casi todos los estamentos del club se habían cansado de él, pero Monchi no encontró nada sugerente en el mercado y decidió darle el único fichaje que le había pedido el técnico, Isco, y esperar. Pero ese matrimonio estaba agotado y, además, el resto de fichajes llegaron tarde y fuera de forma. La deriva del equipo obligó al Sevilla a destituir a Lopetegui en octubre. Llegó entonces el momento decisivo de la temporada. Monchi fue encontrándose ‘noes’ de entrenadores en el mercado y el Consejo, volcánico aquellos días por la disputa con Del Nido, pensó en Sampaoli, que había dejado un recuerdo contradictorio en su primera etapa. Monchi no lo veía claro, pero aceptó la decisión de Castro.

Metamorfosis final. En lugar de simplificar las cosas, Sampaoli las complicó y casi hace descarrilar al Sevilla, que estuvo varias semanas al borde del abismo y hablando de descenso mientras sobrevivía a las eliminatorias ante PSV y Fenerbahce. El asunto se puso tan feo que hasta Navas, un capitán ejemplo de discreción a sus 37 años, le pidió al club que actuase. Ni la colonia argentina, Acuña, Montiel y Lamela, entendía a su entrenador. Fue entonces cuando, a la desesperada, Castro y Monchi se reunieron en el Hyatt Regency Hesperia de Madrid con Mendilibar. A sus 62 años, el vizcaíno devolvió al Sevilla a los orígenes de este juego y puso en el centro de la escena a los futbolistas, reventados de galimatías tácticos. Sin estridencias, y presionando como lobos, ganaron el primer partido a pelotazo limpio en Cádiz y se encontraron casi sin quererlo un 2-2 en Old Trafford. Aquel remate de En Nesyri que iba hacia el córner y rebotó en Maguire transformó al Sevilla. Como si de un hechizo se tratase, Fernando volvió a ser Fernando, Rakitic ha rejuvenecido (cada partido suyo es un regalo); y Acuña, Suso, Navas, En Nesyri o Badé han impresionado. El final de este increíble viaje termina en Budapest contra la histórica Roma del tiburón Mourinho. Pero ya sabemos que nadie la quiere como el Sevilla.