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El ídolo, el recuerdo

Canta Fabián en Los ídolos que va a matarlos hoy para poder recordarlos. De recuerdos indelebles está empapado el vínculo Barça-Messi, que, amándose, se han dado muerte entre sí varias veces. La primera hace tres años: Leo quiso dejar el Barça. La siguiente, hace dos: el club no pudo renovarlo. La última hace días: Messi no quiso esperar más y decidió no regresar. Supongo que ha sido el primero en pensar y temer, mejor no estropear la memoria de una historia tan hermosa, a pesar de su cruel final. Se reabre el paisaje de la libertad y el miedo: el del corazón roto. Las dos partes fingirán que no.

Es imposible superar algunas cosas, incluso aunque se arreglen. ¿Cuántos culés habrían soportado un Messi declinante, que no desequilibre, que pase el partido deambulando, cabizbajo? ¿Y cuántos confían en su talento todavía vigente? Porque es muy probable que volviera a ser el mejor de cada partido. Da igual, continuaremos sintiendo la ausencia como si fuera un miembro fantasma, espantando la pena cantando en el minuto 10, sintiendo que todos nos han mentido, que nos mentimos a nosotros mismos también.

Lo voy a decir ya: yo quería que volviera Messi antes que ganar una Champions. Hay cosas más importantes que el rendimiento o la victoria y esta era una de ellas. El cabezazo de Zidane de esta década. Me daba igual si era lo apropiado, su edad, su sueldo, las ventas obligadas de jugadores para hacerle sitio. Ya habría tiempo de reconstruir tras su siguiente partida. No es jugador que reemplazar por otro. Es Messi.

Se me aparece en malos sueños la figura de Tebas, como la inspectora de la Seguridad Social de Lucian Freud, dormitando, risa histriónica. Y aparece el padre de Leo, con la mano hacia arriba como un cazo. Y Laporta entregando el fuego a los hombres con la antorcha mojada. Leo permanece callado. Todo es una mierda. Dijo Faulkner que el pasado nunca muere. Ni siquiera ha pasado. Nunca sabré si se refiere a que nunca es como se recuerda o que no termina de irse, como Messi.