El Halcón indomable
Superioridad engañosa.- Cuando se enfrenta un equipo, el Leipzig, que tiene menos años de existencia de vida (13) que Copas de Europa tiene su rival (14 lleva el Madrid), lo normal es que los poseedores de la corona del fútbol salgan airosos mientras que los alemanes de la antigua República Democrática Alemana (DDR) pidan autógrafos a sus encopetados verdugos. Toni Kroos es el que firmó más camisetas al final de la encasquillada contienda, aunque él es natural de Greifswald, a casi 450 kilómetros de Leipzig. Por cierto, el jugador germano nació apenas dos meses después de la caída del Muro de Berlín, pero todavía su ciudad natal, de apenas 58.000 habitantes, pertenecía a la Alemania del Telón de Acero. El Leipzig tiene algo de eso, de equipo hermético, inalterable, con una lectura táctica rígida y severa que tuvo desactivado al campeón de Europa hasta los últimos 20 minutos. Ese perfil del antiguo fútbol del Este le mantuvo vivo en una velada bloqueada por la falta de inspiración de los artistas. A Vini, Rodrygo, Camavinga, Rüdiger, Alaba y Tchouameni se les hizo bola el partido y eso enfrió el ambiente hasta parecer un partido de Liga normal y corriente. Pero en el minuto 71 se encendió el castillo de fuegos artificiales...
El Rey charrúa.- El Madrid se maneja mejor desde la estampida que desde el autocontrol. En cuanto los alemanes bajaron su nivel físico y se rompió el centro del campo abriendo surcos infinitos en ambas direcciones, ahí apareció el nuevo Rey de la Selva, el jefe de la tribu madridista, el titán que nunca se arruga ante nada ni ante nadie. Fede Valverde es el nuevo Pirri y Stielike de este Madrid sobrado en proteínas. Su golazo, que permitió desterrar los fantasmas de un gatillazo continental, fue de nuevo un ejemplo de contundencia y calidad. Irrumpió como un bisonte por la derecha tras la buena jugada de Vinicius, hizo un recorte fantasioso y con un zurdazo imponente recodó al equipo de las bebidas energéticas que por algo el Madrid tiene un Museo cuyas obras de ampliación jamás acaban. El panzer uruguayo emocionó con su manera de celebrar el gol, muy de Juanito, muy madridista, muy del Bernabéu. El Halcón de Montevideo es uno de los nuestros.
Asensio firma la paz.- En la media hora final, Ancelotti le dijo al balear: “Ahí tienes la oportunidad que querías, aprovéchala”. La ley del Bernabéu fue implacable cuando saltó al campo el mallorquín, con una pitada tan dura como cargada de reproches. Asensio, con una madurez que valoro, respondió como se hace en este club. Jugando a muerte para el equipo, bajando a ayudar atrás, a construir en la medular y a sacar su fusil en ataque. Y así fue. Cuando puso su zurda de oro para cerrar el partido el Bernabéu le abrazó y Marco aplaudió feliz a la grada. Reconciliación consumada.
Va por ellos.- Este triunfo va por el presidente de la peña de Cogollos Vega (Granada), Manuel Lucena, mi amigo Paco Ortúñez (89 años y sigue a tope animando a su Madrid) y por Javier Muñoz y Marilia Débora de Plasencia. Y no me olvido de dos grandes fieles a la causa que nos han dejado. El genio Javier Marías, miembro de número de la Real Academia Española desde 2008 y madridista de bandera, así como Higinio Tejada, de la peña de Moncada (Valencia) que en su último adiós se fue con las bufandas de Madrid y Levante, sus amores confesos. Y el Bernabéu se fue feliz con la racha que sigue: 8 de 8. El martes se jugó un Bayern-Barça. Bonito número el 8...