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El final de un milagro

La España de este domingo ante Canadá se pareció más a la España de siempre que aquella del viernes ante Letonia, pero tampoco bastó para ganar el partido y lograr la clasificación. Fue una Selección más implicada, más colectiva, más luchadora, pero en los momentos calientes volvió a sufrir un cortocircuito, un colapso del que no hubo fórmula de salir. En ambos choques, los de Sergio Scariolo llegaron a ponerse 12 puntos arriba, y ambas veces cedieron la ventaja en dos catastróficos últimos cuartos. Esta vez, al contrario que entonces, no hubo relajación. Simplemente, no se encontraron las soluciones para mantener el pulso.

Hay que admitir, ya a toro pasado, que el equipo ha notado mucho la fluidez que generan dos bases como Ricky Rubio y Lorenzo Brown, los conductores de los éxitos del Mundial de 2019 y del Eurobasket de 2022. Juan Núñez, que tuvo más minutos, es el futuro, pero aún no es el presente. Y Alberto Díaz destaca como un portento en defensa, pero resulta menos creativo. Si a eso unimos el estado físico de Sergio Llull, el timón ha carecido de la brillantez de otras veces. Tampoco sería justo, en ningún caso, volcar la responsabilidad en estos tres nombres. Las lagunas se cubrieron en campeonatos precedentes con el trabajo del grupo y con la magia técnica de Scariolo, pero esta vez no han dado para tanto. Los milagros no son infinitos. Y las derrotas también forman parte del camino y del aprendizaje. La actuación de Santi Aldama, por poner un ejemplo, es una inyección de esperanza para el mañana.

Se nos va a hacer raro no ver a España en la última semana del torneo, algo que no ocurría en un Mundial desde 1994. Y mucho más si no se clasifica para los Juegos de París 2024, que ahora dependen de un Preolímpico diabólico. Pero estas cosas pueden pasar, o si no pregunten a Argentina. Una virtud del campeón también es levantarse. Ese es el siguiente objetivo.