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El del gorro de Barbastro que empuja a Xavi

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He jugado pachangas con media España. Con paquetes, violentos, viejos, jóvenes, jugones y también exjugadores. Cuando un exprofesional está en tu equipo da gusto porque lo controla todo, te da el pase al pie y si vas perdiendo tienes la ilusión de que resuelva el partido. La mayoría son majos y hasta te dan ánimos y consejos. Yo siempre opto por la táctica Zamorano con Laudrup: tú juega, yo corro por ti.

Cuando te tocan en contra la cosa cambia. Una vez jugué contra Mista (campeón de Liga con el Valencia) en un campo parcheado de fútbol 7. No había quien jugara ahí y metió siete goles en 20 minutos. Su equipo le abrazaba gritón y él se apartaba del entusiasmo. Casi pedía perdón por humillarnos. A mi furia interior le parecía que así debía ser porque en otra ocasión me tocó jugar contra otro retirado del que no diré el nombre. Era un abuso constante y se pasó el partido quejándose, pidiendo faltas al árbitro… Horrible. ¡Perdía tiempo! Y solo unos meses antes jugaba en Primera.

Pensaba en este indeseable cuando vi a Xavi protestar al árbitro en Barbastro. Me sentí muy identificado con el del gorro que le empuja. Hay que saber quién es cada uno en la vida. También entendí al jugador de la Arandina que se zafaba de las caricias de Ceballos. “Me has pisao”, le decía el andaluz y le ponía la mano en la cara en plan amiguete. El atleta Juan Carlos Higuero comentó en TVE que uno de los laterales de la Arandina se levantaba a las cuatro de la mañana para surtir su pescadería antes de entrenar. ¿Sabría eso Brahim cuando hacía monerías ante la cámara en su celebración?

Sé que es una pregunta demagógica y que los profesionales se juegan la vida en cada entrenamiento, pero no me gustó esa actitud. La Copa en el infrafútbol es una trampa para la élite. Todo lo que no sea arrollar es un titular gordísimo. Camavinga se jugó la rodilla con un topo y si Arda Güler pifia tres controles igual no vuelve a vestir de blanco. Ser profesional es un examen constante, también de humildad.

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