El atletismo español sube y baja
Los Mundiales de atletismo de Eugene pusieron el cierre el pasado domingo, lunes en horario europeo, con una última jornada inolvidable. Armand Duplantis pegó otro mordisco a su récord mundial en pértiga: 6,21. Tobi Amusa logró otra plusmarca en 100 metros vallas, 12.12 segundos. Jakob Ingebrigtsen conquistó en el 5.000 el oro que no pudo conquistar en 1.500. Y Allyson Felix volvió de su retirada para sumar su 20ª medalla mundial, 14ª de oro, en un relevo 4x400 impulsado por Sydney McLaughlin, a la que podríamos etiquetar como la extraterrestre de los Campeonatos, con permiso de Duplantis, por su estratosférico récord en 400 m.v., con 50.68. Fueron los últimos fogonazos, en un turno en el que ya no hubo españoles… lo que no quiere decir que hayan estado desaparecidos.
La participación de España en Oregón ha sido buena, pero tampoco para tirar cohetes. De hecho, los resultados son contradictorios, dependiendo de con qué competición se comparen. Ha habido un avance y un retroceso al mismo tiempo, sube y baja, aunque suene algo loco. La Selección, con dos bronces de Asier Martínez y Mohamed Katir, y un total de ocho finalistas, ha mejorado la cosecha de los Mundiales en los últimos 15 años, hasta Osaka 2007. Un motivo de alegría. Sin embargo, el rendimiento global ha bajado respecto a los Juegos de Tokio, tan sólo un año después. Aunque en Japón hubo un podio menos, el también bronce de Ana Peleteiro, los diplomas olímpicos se elevaron a diez y de más calidad, con cuatro medallas de chocolate y tres quintas plazas. El director técnico, José Peiró, ha advertido precisamente sobre esa circunstancia: “Podríamos haberlo hecho mejor”. La actitud y el ambiente del equipo son buenos, los atletas actuales se exprimen al máximo, pero todavía queda trabajo y margen de progresión… Los Europeos de Múnich, en agosto, son la próxima parada.