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El adiós definitivo a Sergio Ramos

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Según se acerca el primer partido del nuevo ciclo, más gente me pregunta por la ausencia de Sergio Ramos, que ya tiene carácter definitivo. Luis de la Fuente tuvo el gesto, hasta cierto punto obligado, de llamarle de antemano para decirle que no iba a estar, y él no respondió a la cortesía con cortesía, sino haciendo pública una carta malhumorada. Se entiende, le tuvo que decepcionar. Está jugando bien, exhibió aquella vieja sensación de poderío en la última eliminatoria del PSG buscando el gol con más ahínco que nadie, y su posición no es la más abundosa de nuestro fútbol en jugadores de garantías. El Mundial lo jugó ahí un medio centro, Rodri.

Pero yo lo entiendo. Para empezar, el cuarteto que hay es apañado, pues a Iñigo Martínez y Laporte, que ya iban, De la Fuente ha añadido al osasunista David García, un central cuajado que lleva tiempo gustando, y a Nacho, ese excelente correturnos de la defensa madridista que donde mejor se desempeña es justamente en la posición de central. Esta llamada le compensa de su condición mediopensionista en el Madrid. Los cuatro son centrales de los que pintan la raya y además juegan suficientemente bien la pelota. La moda del central fino, de buen pie y poca bravura va remitiendo. Ya vemos que Eric Garcia está en el Barça detrás incluso de Marcos.

Y vuelvo a Sergio Ramos: ¿es peor que esos cuatro? No, desde luego. Pero se trata de renovar un equipo y en eso no sólo cuentan los años, sino los hábitos. Sergio Ramos ha jugado mucho ahí, es mucho tío y de últimas se estaba metiendo en cosas que para ningún seleccionador son gratas, como la hora del entrenamiento, la del desayuno o detalles así. Cuando un jugador quiere ser más que jugador, malo. Y pasa mucho. Mientras es figurón del toreo y está ahí dentro, hay que aguantarle, pero cuando las circunstancias le han sacado fuera, lo más prudente es despedirle con las mejores palabras y contar con otros, si los hay a mano. Y los hay.