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El abrazo de mil lecturas entre Miguel Ángel López y Carrillo

Un abrazo puede tener muchos significados. Alegría, reencuentro, consuelo, cariño... Todo eso tuvo el que se dieron Miguel Ángel López, marchador, y José Antonio Carrillo, entrenador, en la Ludwigstrasse de Múnich, unos metros antes de acabar los 35 kilómetros marcha, una mañana bávara. El de Llano de Brujas (Murcia) era campeón de Europa. Era la alegría, lo espontáneo del momento. Pero hay más. Porque fue el reencuentro de Miguel Ángel López con el éxito, como los que tuvo en 2014 con un oro europeo y en 2015 con el título mundial.

Una carrera la de Miguel proyectada a las nubes. Pero algo se apagó. El exceso de presión, la vida. Algo no funcionaba. Carrillo, estudioso de Cieza, buscaba fórmulas y Miguel Ángel ejecutaba, con miles de kilómetros en el asfalto murciano. Calor, frío, fatiga, horas sobre el tapiz, analizando la técnica. Nada salía. López acababa las grandes citas frustrado. Eso se terminó en la Ludwigstrasse. Consuelo, porque parecía todo perdido.

Pero ni Carrillo ni Miguel se rindieron, pese a la continua aparición de talentos españoles y mundiales. Siguieron en silencio y llegó el abrazo, lo más intangible y auténtico. El cariño entre entrenador y pupilo, ya con 34 años. Toda una vida dedicada a la marcha de dos personas apasionadas, que conocieron el sabor del éxito, lo perdieron y lo recuperaron.