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Desde el corazón rojillo

Lo siento, pero hoy no tengo más remedio que escribir desde el corazón. Con esta frase que comparto al cien por cien, comenzaba mi padre una columna de opinión para un rotativo pamplonés el 11 de mayo de 2005, cuando Osasuna se clasificaba en el Calderón para la primera final de su historia. Papá, sé que no me vas a tener en cuenta que hoy, cuando los rojillos han logrado repetir la hazaña, te plagie el comienzo de una de tus columnas de opinión que, sin duda, eran mucho mejores de lo que son las mías.

Les contaba hace unos días que si los rojillos lograban en San Mamés el pase a la final, iba a echar de menos el abrazo de mi padre y así ha sido, pero de alguna manera lo he sentido. Tal vez simplemente lo haya recordado. También les contaba que pensaba vivir este partido histórico con la misma intensidad que me inculcó él y también lo he cumplido.

He sufrido de lo lindo, hasta el final, como todos los aficionados rojillos, pero ahora no hay quien me quite la sonrisa de la boca. Han merecido la pena los 120 minutos agónicos. La locura se desataba en el 116′, cuando Pablo Ibáñez enganchaba un balón para deshacer el empate. Estallaba la locura en la vieja Iruña. Pamplona esta noche se va de fiesta y no es para menos. 18 años después y por segunda vez en su historia.