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Dembélé sí es un gran logro de Xavi

El Barça se quedó a medias otra vez contra la Real. Se metió en semifinales de Copa, sí, y hasta jugó una buena primera parte en la que, más allá de la expulsión de Brais y del tiro al palo de Kubo, pareció el único equipo interesado en estar en las semifinales. Pero fue marcar Dembélé y echarse a sestear hasta el punto de que la Real le amenazó hasta dos veces con empatar. Seguramente, el Barça hubiese hecho pesar su fondo de armario y el jugador más que tenía en la prórroga, pero volvió a recibir un toque serio. Ya le pasó contra el Betis en Riad; y contra el Espanyol, Atlético y Getafe. Algún día el tren se lo va a llevar por delante.

La noche elevó por encima de todos a Dembélé, que hace un año estaba en el rincón de los exiliados, puesto entre la espada y la pared por Mateu Alemany para que renovase o fuese traspasado. Xavi, que ya había advertido el día de su presentación de que bien llevado podía ser el mejor extremo del mundo, convenció a Mateu y a Laporta de que, con vistas al vestuario, tener apartado a un jugador no era sano en un vestuario. Y, sobre todo, de que futbolísticamente todavía era un jugador aprovechable. Un año después, Dembélé, con sus luces y sus sombras, sus jugadas de videojuegos y otras cosas incomprensibles, es otro jugador. Xavi se lo ha creído y él se ha creído a Xavi. Tanto que ya lleva 20 asistencias con el de Terrassa y se ha ganado el perdón de la gente, que le despidió con una ovación de época. Anoche se le había ganado.