Del Celtic del 67 al Celtic de los japoneses
Marc Crosas cuenta que cuando jugaba en el Celtic y su amigo Aarón Ñíguez lo hacía en el Glasgow Rangers no podían ir juntos ni a tomar un café. Hasta tal punto llega la rivalidad y la animadversión entre los dos grandes de Glasgow, de Escocia. No son dos equipos deportivamente enfrentados; son mucho más. Son católicos contra protestantes, son estilos de vida opuestos entre sí, son partes del corazón enfrentadas a sus contrarias. Echamos mucho en falta la coincidencia de ambos cuando el Glasgow Rangers se hundió por bancarrota. El Old Firm desapareció. El Celtic sufrió sus éxitos en soledad.
Refundado y reflotado, el Rangers tardó unos años en regresar al nivel del Celtic —al menos intentarlo—, pero en ese tiempo los hoops lograron modernizarse y abrirse como nunca antes otro equipo en Escocia. Aquella primera incursión en Honduras con Izaguirre o en Japón con Nakamura ha tenido su continuidad exitosa recientemente. Han llegado el también catracho Luis Palma y los también nipones Furuhashi, Kobayashi, Maeda y Hatate. Hay canadienses, suecos, coreanos, noruegos, polacos, estadounidenses, australianos, argentinos, suizos, portugueses, daneses... Toda una multinacional que confirma que hasta el más castizo de los clubes, el primero británico en ser campeón de Europa (en 1967) se rinde al siglo XXI. No queda otra.
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