Creer, creer y creer
Con el barco hundido, fue el primero en llegar. Ocurrió hace algo más de cuatro años. Su aspecto, juvenil. Igual que ahora, sólo que Sergio González (32 años) se ha dejado una barba que le añade a esa cara de crío bueno un punto de bravura impostada. No la necesita. Ni la barba. Ni la bravura. Lo suyo es otra cosa. El éxito por la vía de la calma, el trabajo y la fe infinita. Así ha ido quemando etapas. Se las conoce todas.
Le sacaron del juvenil del Real Madrid porque decían que no daba el nivel para empezar una escalada a la cima que arrancó en Tercera. Ascenso a ascenso, fue promocionándose en cada una de las categorías del fútbol español. Cuando pisaba una nueva, le decían que no era suficiente. Pero él, a lo suyo. Creer, creer y creer. Un empecinado del esfuerzo que acabó en Butarque como fichaje inaugural tras el descenso a Segunda.
El barco se había hundido, y sin saberlo, había encontrado su capitán. Brazalete en diferido que le tardó en llegar. Como la titularidad o los minutos. Pero él, a lo suyo. Creer, creer y creer. Hasta que un gol en Ponferrada lo cambió todo. De cabeza, en un córner (¿les suena?) y para evitar el descenso. Después, llegó el resto: el brazalete, Borja Jiménez, Sofía (su hija), Primera División y un protagonismo capital (y capitán) en todo lo bueno que le está pasando al Leganés. Estaba predestinado. El gol del triunfo en Barcelona tenía que ser de él y su fórmula infalible. Creer, creer y creer.