Pasaba por aquí

Confianza ciega

¿Merecía ser tarjeta roja la de Huijsen? Probablemente no. ¿Fue un error del árbitro? Seguramente sí. Pero lo relevante es que fue un fallo importante del propio jugador.

SAN SEBASTIÁN, 13/09/2025.-El defensa del Real Madrid Dean Huijsen durante su expulsión en el partido de la jornada 4 de La Liga EA Sports este sábado en el estadio Municipal de Anoeta en San Sebastián.- EFE/ Juan Herrero
Juan Herrero
Javier Aznar
Actualizado a

Hace unos días, durante el parón FIFA, el seleccionador argentino Lionel Scaloni dejó una reflexión sobre Mastantuono de esas en las que te quedas pensando un largo rato mientras mojas el cruasán en el café: “Jugaría mejor si el equipo conociera lo bien que juega”. Suena casi a aforismo borgiano. No me extraña que los argentinos sean tan buenos en publicidad: dicen mucho con poco y encima sales pensando que eres más inteligente de como entraste.

Con Dean Huijsen podríamos decir que sucede algo similar, pero en modo espejo: jugaría mejor si él mismo no supiera lo bien que juega. El internacional español, que ha caído de pie entre la afición del Real Madrid y ha sido ungido como el próximo gran central blanco, a veces peca de un exceso de confianza que solo se equipara a su inmensa calidad. Parafraseando Top Gun, su ego extiende cheques que en ocasiones su cuerpo no puede canjear. En Anoeta, su falta de concentración —o su exceso de relajación— complicó un partido que estaba dominado gracias a unos excelsos Mbappé (ahora sí, el auténtico) y Güler.

¿Merecía ser tarjeta roja? Probablemente no. ¿Fue un error del árbitro? Seguramente sí. Pero lo relevante es que fue un fallo importante del propio jugador. Transformó en peligrosa una jugada anodina. Y encima optó por la vía rápida, sin siquiera amagar con disputar una carrera a Oyárzabal, que parecía un náufrago en campo contrario.

Huijsen va tan sobrado que desconecta. A veces ser un fuera de serie en lo tuyo te aburre ante la falta de incentivos. A mí nunca me ha pasado, pero circula esa teoría.

Huijsen lo hace todo tan bien, y con tal facilidad, que juega con esa displicencia del que sabe que puede corregir errores tanto propios como ajenos en décimas de segundo. Es un tipp-ex de metro noventa y cinco. Esto es algo que le ocurría al inicio de su carrera a Varane, aquel niño de 20 años que atropelló nada menos que a un central como Pepe, Mourinho dixit.

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Varane, con el tiempo, convirtió esa aparente frialdad en oficio y jerarquía. Ahí está el reto de Huijsen (y de Xabi Alonso): domesticar su suficiencia antes de que lo traicione. Porque no hay nada más peligroso para un central que saberse demasiado bueno.

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