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Condeno el racismo, pero...

Hemos vivido en demasiadas ocasiones, y no hace tanto tiempo, que después de haber sido violada una mujer algunos decían que condenaban ese delito, rasgándose las vestiduras no sé cuántas veces, PERO (asqueroso pero) añaden: “Esa mujer va habitualmente medio desnuda, enseñándolo todo, va provocando”, “se pone hasta arriba de copas” y algunas otras afirmaciones infames. Vaya vestida o desvestida, beba lo que quiera y se divierta como le dé la gana, es repugnante que haya miserables que hablen de eso después de haber sufrido un delito tan abominable. También en el fútbol son numerosos los casos de insultos machistas a jugadoras, entrenadoras, árbitras y linieres. Hace un mes conocimos cómo a una niña de 13 años que juega en un equipo mixto, donde es la única chica, se le agredió diciéndole “puta, te comes más goles que pollas, eres una guarra…”. Si a una futbolista, niña o adulta, después de haber sufrido insultos machistas muy graves durante un partido, al salir del campo expulsada por agredir, repeliendo una agresión de una rival, les dijera a los que le corearan tonta, tonta: a Segunda, a Tercera o a la mierda, ¿tendría algún sentido que alguien le preguntara si iba a pedir disculpas?

Cuando una persona recibe insultos racistas, xenófobos, machistas, homófobos, u otros de odio, sobran los análisis y enumeraciones de las virtudes o defectos de los agredidos. De Vinicius, como de cualquier futbolista, hay muchos días, casi todos, en los que se puede hablar de lo veloz que es, de las faltas que recibe, de las que hace, de las protestas, de si provoca o si le provocan, de las tarjetas que recibe o de las que sacan, o no sacan, a sus rivales, de si falta al respeto o si le faltan a él. Se puede hablar de todo cualquier día, excepto cuando un impresentable, o cientos, le agreden llamándole “mono”. Ese día sobran todas esas descripciones que algunos hacen después de decir “todos condenamos el racismo”. No son todos, y los que dicen condenarlo, PERO (maldito pero) hacen una relación de los muchos defectos, reales o inventados del agredido, no lo condenan o lo condenan muy mal.