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Collina quiere ahora penaltis sin rebote

Mal de muchos, epidemia. Anteayer llegué a casa para ver el Celtic-Bayern con un pequeño adelanto que me permitió asistir al final del Brujas-Atalanta, donde un manoteo menor en el área fue tomado por la tremenda por el árbitro, que señaló penalti. Nilsson se hizo el muerto con las manos en la cara (que el manoteo claramente no alcanza), el árbitro picó y el filtro del VAR lo ratificó. El propio Nilsson elevó su fraude a la categoría de gol. Total, del 1-1 al 2-1 y el bueno de Gasperini desesperado. Cosa del nuevo testamento, esa manera de leer y aplicar el Reglamento que nos tiene a todos confusos y desesperados.

¿Hasta cuándo? No hay esperanza. Iturralde, mi ‘arbitrólogo’ de cabecera, me comenta que la cabeza de bombilla de Collina se ha iluminado con una ocurrencia extravagante: que no haya rebote en los penaltis. Si es gol, gol. Si el portero rechaza o rebota en el palo, el juego se para y se saca de puerta, como si el lanzamiento hubiera ido fuera. ¿A qué viene esa memez? La única explicación es que quiera dejar su cagadita para la historia, dentro del duelo de protagonismo entre los dos reputados exárbitros italianos Collina y Rosetti, el uno al frente del arbitraje FIFA y el otro del de UEFA. Sus rivalidades crean criterios dispares.

Es insufrible. Ya nadie se acuerda cómo empezó esto. ¿En el saque de centro para atrás, en el bote neutro ‘desneutralizado’, en la abolición ‘de facto’ de los indirectos en el área, extendido luego al exterior? La vieja sabiduría del Reglamento, elaborado a base de prueba y error desde su primera redacción, en 1863, hasta la de Stanley Rous en 1935, que debió ser definitiva, es ya una suma de caprichos de una punta de infatuados con ganas de protagonismo que han conseguido liar el juego que tan claro teníamos todos cuando jugábamos en el parque. Y para remate, el VAR, que les enriquece a ellos mientras enfurece a tantos.