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Ceballos huele a heliotropo

Yo tenía una planta que me recuerda a Dani Ceballos. Era muy bonita de ver y animaba cualquier parte de la casa con su presencia. Su color, violáceo, era distinto al del resto. Y olía a vainilla. Pero nunca supe qué era lo que mejor sentaba a aquella planta delicada. A veces creía que le faltaba algo de luz, otras pensaba que se trataba del agua. ¿Tal vez era un tema de orientación? ¿Estaba deprimida? ¿Acaso no le gustaba mi lista de Spotify? La movía a otra zona, pero se ponía peor. Y cuando menos hacía por ella, mejor estaba. Pero si me confiaba, empeoraba. Un sinvivir. Otras plantas resistían estoicamente, sin atenciones especiales, como un cactus en el desierto de Arizona. Esta no. Brillaba un día y a la mañana siguiente parecía de resaca. ¿Por qué? No lo sé. Pero en secreto, sin que las demás lo supieran, era mi favorita y a la que más animaba. Porque siempre parecía que le faltaba un poco, una chispa de algo, para mostrar todo su esplendor. Pero cuando lo hacía, días contados, era espectacular.

Cada vez que veo jugar a Ceballos, viene a mi cabeza aquel heliotropo. Uno nunca sabe bien qué esperar. Cuando crees que está, desaparece. Cuando crees que se ha ido, vuelve. Acaba de renovar con el Madrid, no sin antes emitir señales de indecisión. Tiene clase, visión, llegada, regate; le falta consistencia, sentido de la oportunidad, brillar sin intermitencias, echar raíces. Lo mismo que le ocurría a mi planta.

El camino de Ceballos ha tenido demasiados giros ciegos y pocas rectas. Llega al Madrid como MVP de un Europeo Sub-21 que dominó como un adulto jugando entre niños. No encaja en el equipo, apenas juega, raja sobre Zidane cuando este se va y luego Zidane acaba volviendo. Marcha al Arsenal, se hace hueco, pero le expulsan en las semifinales de Europa League contra el Villarreal y queda señalado. Suena para el Betis, porque siempre está sonando para el Betis. Vuelve al Madrid. Parece que está fuera del equipo, el Bernabéu lo aclama, desaparece, vuelve, se luce en Copa, sale del once, suena para el Betis, su renovación queda en el aire. Con la Selección, parecido: Luis Enrique le adora, de repente Luis Enrique se olvida de él. De la Fuente lo lleva en su primera convocatoria, después se filtra que no va a la Nations League por fricciones con Gavi.

Todo es así con Ceballos: su carrera, bien por mala suerte, bien por malas decisiones, no termina de encadenar un bulevar de semáforos en verde para dejar de ser la eterna promesa y romper el cascarón. Algo parece detenerle siempre. Todos los entrenadores parecen creer mucho en él (Lopetegui, Luis Enrique, Ancelotti, Arteta), pero siempre acaba fallando algo.

No entiendo a Ceballos, como no entendía a mi planta. Pero eso hacía que me gustara todavía más y que me preguntara por qué no podía ser ella como las demás. A lo mejor era mi problema por querer que un heliotropo tuviera alma de cactus.