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Cautela del Cholo, derrumbe del Zaragoza

Del fútbol no hay que fiarse en general, te puede esperar a la vuelta de cualquier esquina con un puñal afilado, pero de la Copa menos, en especial en estas primeras eliminatorias a partido único en las que a los grandes les toca jugar quién sabe contra quién, quién sabe dónde y sobre qué superficie. No hay que fiarse y por eso el Cholo Simeone salió el sábado con lo mejor que tenía a Los Pajaritos, que albergó a la casi totalidad de la población de Almazán, desplazada entusiasta allí a ver si sonaba la flauta. Pero no sonó. El Cholo se agarra esta temporada a la Copa con la desesperación del náufrago.

El Almazán tuvo que jugar en Los Pajaritos de Soria porque su campo no reunía condiciones para un partido así. La Federación abre sus costuras para que los modestos puedan acceder a partidos contra los ‘primeras’, pero al tiempo exige unos mínimos que condicionan ese sueño romántico. En un campo ‘de verdad’, ¿qué podía hacer el Almazán ante un Atleti que se presentó en Soria con media docena de mundialistas (otros dos entraron sobre la marcha) y ni siquiera se permitió arriesgar con un solo canterano? El efecto equilibrador del campo propio desaparece en casos así, a cambio de beneficios vía taquilla y derechos televisivos.

Aun así se ha dado algún marcador estruendoso, en especial la caída del Zaragoza a pies del Diocesano, que habita el fondo de la tabla de la Segunda de Federación. No pudo jugar en su campo cacereño de la Federación Extremeña sino que recibió al Zaragoza en el cercano Municipal del Arroyo de la Luz, donde al menos se podían instalar cámaras para televisar el partido. Y le eliminó. Un torpedo en la Santa Bárbara del Zaragoza, club al que los clásicos aún consideramos ‘bien de Estado’, pero que lleva diez años embarrancado en Segunda y acababa de voltear a su cuadro técnico. La Copa siempre se cobra en esta ronda alguna pieza de caza mayor.