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Cabezas de serie, pero tristes por Gavi

Campeones de grupo, cabezas de serie por tanto, pero tristes. Este es un caso claro de victoria pírrica, sintagma que en la prensa deportiva venimos empleando de forma equívoca desde tiempo inmemorial. Lo solemos utilizar para las victorias mínimas, cuando en origen se corresponde con aquellas en las que la ganancia es menor que la pérdida sufrida en las propias filas, como le pasó repetidas veces a Pirro, general de la Antigüedad. Esta vez, una victoria que dábamos por fácil y descontada ante Georgia nos costó la baja para largo tiempo de Gavi, jugador tan querido como necesario, cuyo llanto al retirarse ya auguraba un daño grave.

Ferran Torres, que va convirtiéndose partido a partido en pieza importante del equipo, nos confirmó que la cosa era seria cuando al marcar el 2-1 sacó una camiseta de Gavi, ofrenda del gol al compañero caído. Una costumbre que sólo se da en los casos de lesión grave, señal de que en su paso por el vestuario en el descanso los jugadores ya tuvieron noticia, o al menos impresión firme, de que tardarán en ver a Gavi entre ellos. Si se confirma la rotura del cruzado, contemos un año largo para verle jugar en plenitud, porque eso es lo que dicta la experiencia. Hay casos de reaparición a los seis meses, pero muy lejos de la mejor forma y con riesgo de recaída.

Lástima, porque se daban todas las condiciones para una noche alegre con Valladolid, que hacía mucho que no recibía a la Selección, entregada. Un gentío llenaba las gradas agitando banderas con tanto vigor que un guasón me dijo que parecía la calle Ferraz. Intentaron, como los jugadores, vencer el bajón que produjo la salida doliente de ese jugador entusiasta y querido, cuyo aire lastimero contrastaba tanto con su actitud permanente en el juego, de una salud explosiva. Pero las lesiones son parte del fútbol, y está visto que el virus FIFA ha atacado en esta ventana con saña especial. Somos cabeza de serie, pero nos espera un debate sobre el caso.