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Cabeza alta, que en 2023 hay Mundial

Cuando Jorge Vilda se hizo cargo de la Selección española, esta era 19ª en el ranking de la FIFA. Ahora vemos el fútbol desde el séptimo lugar mundial, la élite de la élite, y la mejor constatación de que a ella pertenecemos es el modo en el que entramos en el partido de Brighton. Daba igual lo atronador del God Save the Queen, también el lleno en el Community Stadium, porque La Roja mostraba su mayoría de edad con el juego sólido que tanto le ha hecho crecer. En la vida, y el fútbol es vida, no hay que traicionar los principios de cada uno y el juego de toque está tatuado en los brazos de nuestras jugadoras (también en el derecho de Mapi, aunque ahí mi vista se pierde con tanto trazo…).

Eso valió durante muchos minutos, tantos como 84, pues a esas alturas España ganaba por 1-0. El gol había sido fiel a ese sentido del juego que caracteriza a La Roja, con la jugada/cascada en la que los pases de Mariona, Aitana y Athenea desembocaron en la bota de Esther, que nos llevó a la luna. Sobraron seis minutos, simplemente eso, del mismo modo que sobrarían ahora las pegas al seleccionador o a cualquiera de nuestras jugadoras. Se sobrepusieron a las bajas de última hora de Jenni Hermoso y Alexia Putellas y ante la anfitriona dieron la cara de una manera de la que solo podemos sentirnos orgullosos. En un año hay Mundial. Contamos con ellas.