OPINIÓN

Busquets, el encanto de lo discreto

Busquets, el encanto de lo discreto
MICHAEL CHISHOLM
Juan Jiménez
Redactor jefe de AS. Fue colaborador en AS (2000-04) y, después de pasar por Málaga Hoy, regresó como jefe de Sección en Málaga. Delegado de Andalucía entre 2009 y 2012, colaboró en la integración digital-papel de AS en Madrid. Cubre la información del Barça y la Selección de baloncesto. Tres Juegos Olímpicos. Colaborador de SER, Canal Sur y Gol.
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Retirada. Se va Sergio Busquets. El futbolista que se crio en campos de tierra y llegó a la luna. Seguramente, el jugador que más ha llevado a gala una de las frases de cabecera del cruyffismo: “Jugar al fútbol es sencillo; jugar sencillo al fútbol es lo más difícil que hay”. A Busquets no le ha sobrado un toque en toda su carrera. Si podía, de hecho, se lo ahorraba, como cuando le dejó la pelota parada a Messi antes de que este arrancase para marcar el 0-2 de la ida de la famosa semifinal de Champions contra el Madrid en el Bernabéu. Busquets jugó en el Jàbac de Terrassa hasta que tenía 17 años. No quería que nadie pensara que estaba en el Barça por su padre, Carles, que lo llevaba a algún entrenamiento en la época de Cruyff.

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Su gran defensor. Busi fue una creación indudable de Guardiola, que se lo sacó de la chistera al mismo tiempo que Pedro. Es muy posible que sin Pep no hubiese aparecido en la élite, al punto de que todavía muchos se están preguntando cómo tuvo la osadía de hacerlo debutar como titular en aquel 1-1 contra el Racing. Pero la defensa más encarnizada de él la hizo Del Bosque cuando, después de perder en el debut del Mundial de 2010 contra Suiza, y apretado por los negacionistas del doble pivote, paró el debate: “Me reencarnaría en él”. Luego llegaron las victorias contra Honduras, Chile, Portugal, Paraguay…, y la semifinal contra Alemania. “Te vas a comer a Özil”, le vaticinó, y acertó, Reina. No daba voces. No era el más rápido. No tenía musculitos ni llegaba al gol. Ni siquiera explotó la conexión especial que tenía con Messi hasta que Iniesta y Xavi se habían marchado. No le interesaba brillar, sólo ganar. Y en eso sí tenía el colmillo del chaval con calle que miraba de reojo si expulsaban a Motta por tocarle la cara. Riquelme dijo de él que confundió al fútbol. Puede que fuese para tanto, O puede que no. Pero su fútbol siempre tuvo el encanto de lo discreto

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