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Bocadillo de polvorones en Getafe

Así definió Antonio Romero el partido al final de la transmisión en Carrusel Deportivo: un bocadillo de polvorones. Se lo cojo prestado, con su permiso, porque no se me ocurre un titular mejor. El único gol llegó muy rápido, en un córner al poco de comenzar perfectamente lanzado por Modric al primer palo, donde emergió Militao, ganó la posición con facilidad y la metió en la caja. Siguieron diez minutos estupendos del Madrid, con combinaciones felices entre Rodrygo, Vinicius, Modric, Valverde… Pero de repente todo se paró. El Getafe se encajó muy bien, o se esfumó la inspiración de los madridistas, o las dos cosas a un tiempo.

Y lo que siguió fue un partido-no-partido. El Madrid tenía su gol guardado en una cajita y pensó que no necesitaba más. Mijatovic ya había anunciado al inicio de la transmisión que con el Mundial tan cerca mucha gente podía tener la tentación de retenerse y eso podría ser una explicación. Hubo excepciones honrosas, particularmente Valverde, pero la mayoría tiró por la pendiente fácil, la del mínimo esfuerzo. Por su mera presencia adelantada, el Madrid provocó alguna situación de gol: un penalti esfumado porque previamente el balón había salido por la banda, sexador de pollos ‘dixit’, y un gol anulado a Rodrygo por fuera de juego claro.

Con el Mundial por delante y el Getafe sin ánimo de hacerse cargo de la situación, el Madrid dejó transcurrir la noche. La pregunta era por qué el Getafe no se movía. Quique Flores sin duda esperaba que el partido llegara vivo hasta el final, para allí buscar el empate, sólo que lo fio muy largo. La señal esperada era el momento en que saliera Latasa y eso se retrasó hasta el 85′, así que el arreón duró 9′ contando el descuento. Ahí llegaron los córners y los sustillos para el Madrid, pero nada serio. Ver este partido fue una forma de perder el tiempo, sin más compensación que refrescar el inglés, porque LaLiga ha adoptado la lengua franca para los rótulos.