Balada obrera del superviviente
No nos engañemos, asaltar Montjüic hoy sería, para los pepineros, milagro (casi) imposible.

El mérito del superviviente no reside en el resultado, sino en el cómo lo consigue. Incluida la derrota. Vivir en la élite es un camino espinoso, más si tu experiencia reciente evoca la excelencia perpetuada como nunca en la historia. Así retornó el Leganés a Primera, después de un campeonato excelso en Segunda (ganó el título) en el que no atisbó jamás el fracaso. Sólo la gloria del trabajo bien hecho. Ahora es diferente. Entre los mejores, los puntos no siempre llegan. Ahí es donde emerge la antes citada balada del buen superviviente, la que repite que el marcador importa, pero el cómo, más aún.
No nos engañemos, asaltar Montjüic hoy sería, para los pepineros, milagro (casi) imposible. La esperanza la pone el fútbol, ese deporte en el que pasa de todo. Pero lo normal es que el Leganés caiga e incluso lo haga con cornadas de múltiples trayectorias que dejarán herido al equipo… dependiendo del cómo se produzcan. Este Leganés en caída de resultados y espíritu (bajan las aguas turbias por Butarque) necesita un partido de imagen esforzada para recuperar la fe en su esencia, saberse capaz de todo precisamente por cómo combate. Dejarse llevar, vivir en la desesperanza o anticipar tiempos peores no forma parte del ADN blanquiazul que exige creer hasta el final, por muy oscuro que se atisbe el horizonte. Es la balada obrera del superviviente.
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