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¡Atlético de Madrid, bendita locura!

Nunca dejes de creer, bendita locura… Las frases a las que se agarran los hinchas del Atlético en las malas y en las regulares cobraron pleno sentido en una noche sensacional, de esas que cada aficionado que asistió guardará para siempre entre sus recuerdos más queridos. El Inter va disparado en la Serie A, había ganado todos sus partidos en lo que va de año, el Atlético estaba cargado de dudas, fuera de la Copa y de LaLiga, con el cuarto puesto amenazado tras sólo dos victorias en los últimos nueve partidos. Pero en las grandes ocasiones el Atlético es un grande, tanto como cualquiera. Dejó un monumento para el fútbol. Y echó al Inter.

Fue un partido trepidante y largo, con tres actos y el estrambote de los penaltis, pero con un hilo unificador: el Atlético siempre llevó la iniciativa, por juego y por esfuerzo. El Inter llegó respaldado en su gol de ventaja, decidido a aguantar el chaparrón y a esperar la suya, y pareció tenerlo todo resuelto cuando en una de sus esporádicas salidas marcó el 0-1. La suerte fue que el Atlético no dejó que la ventaja se le secase encima, la enjugó casi de inmediato con un tenso remate de Griezmann a la media vuelta. Y a partir de ahí reemprendió la carga continua en busca de nuevos goles, asumiendo el riesgo de contraataques que nos ponían la carne de gallina.

Simeone no estuvo bien. Aguantó demasiado tiempo sobre el césped a Molina y De Paul, negados, y tardó mucho en sustituir a Morata por Memphis, mucho más apto para forzar defensas cerradas. Cuando tomó esta última decisión el Atleti achicharró al Inter, que sólo encajó un gol por puro milagro. La prórroga fue un combate entre fatigados. Hasta Griezmann se tuvo que retirar, sustituido por Saúl, que entró con una frialdad insoportable. Por suerte, en los penaltis reinó Oblak cuando todos temíamos lo contrario, y el Metropolitano estalló de felicidad. Así que el viernes habrá tres españoles entre los ocho del bombo de cuartos. Que Dios reparta suerte.