Aterriza como puedas
Cualquier análisis mínimamente racional salta por los aires cuando se habla del Madrid.
Una amiga muy culé me envió un mensaje en cuanto se terminó el partido lamentándose no solo por el resultado, sino por haber creído, otra vez, que el Real Madrid podía caer después de que le marcara cuatro el tercer equipo menos goleador de LaLiga (27), que ganaba por 1-3 en el minuto 80′ y con un Alaba calamitoso, Lucas Vázquez de lateral derecho y Camavinga en el izquierdo. Un Madrid que salió al campo de paseo, holgazaneando, al que el Bernabéu llegó a pitar y con Ancelotti abroncando y amenazando a Vinicius con sustituirle si no corría. Y aún así, ahí están clasificados para la final de Copa. “Dan mucha rabia”, concluyó la pobre.
La lógica invita a pensar que se pegarán la torta más temprano que tarde, pero cualquier análisis futbolístico mínimamente racional salta por los aires cuando se habla sobre el Madrid. No hay teoría que aguante a un equipo que sabe sostenerse en el alambre como nadie, acostumbrado a hacer malabarismos, a enchufarse y apagarse a la carta y abonado a la épica de los arreones. Me imagino a los cronistas, con la guadaña encima de la hora de cierre como a Lloyd Bridges en la película Aterriza como puedas: declamando cada dos por tres que eligieron un mal día para dejar de fumar o de esnifar pegamento y sudando a mares para explicar lo inexplicable a contrarreloj.
No son los únicos torturados. Desde los rivales hasta sus propios aficionados se han convertido también en daños colaterales de la ruleta rusa en la que ha transformado el Real Madrid de Ancelotti esto del fútbol, porque a pesar de la permanente sensación de que se van a estrellar sin remedio persiste un constante fenómeno paranormal: en el último momento enderezan el rumbo y consiguen aterrizar con el personal zarandeado y sin entender bien qué carajo ha pasado. Disfrutar de las turbulencias es el último castigo que exigen los muy ladinos mientras reina el despiporre general y se cargan pronósticos, esperanzas y sesudos argumentos. Sí, dan mucha rabia, amiga.
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