Asustados
La cara es el espejo del alma y la de Mbappé en San Mamés era la de estar asustado. No solo antes del penalti, una responsabilidad que le afecta porque, como dejan entrever sus estadísticas en este lance, no es un gran tirador. El encargo de ejecutar la pena máxima supuso para él un marrón superlativo y recogió la pelota para lanzar con carita de “Carletto, aparta de mí este cáliz”. Empeñarse en que el francés tire los penaltis para que coja confianza y engorde sus números puede ser contraproducente. El rostro de Kylian fue un poema durante todo el partido, cada vez que perdía un duelo con Gorosabel o con Vivian, cada vez que intentaba un regate que no le salía, cada vez que corría sin convicción a presionar a los rivales sin llegar siquiera a incomodarlos. Era un Mbappé sufriente, afligido, angustiado, que mostraba su actual realidad, la de haberse dado cuenta de lo duro que es ser estrella aquí.
El Madrid en general también salió atemorizado a La Catedral, como si los jugadores fueran conscientes de su inferioridad ante los animosos cachorros del Athletic. Por momentos parecía que el único plan del equipo era el de protegerse, pero hasta para eso hace falta entusiasmo. En la banda, Ancelotti se mostraba alicaído, viendo que su enésima prueba resultaba igual de anodina que las anteriores. También se apreció en el banquillo el gesto de alarma de Modric, asumiendo lo difícil que le iba a resultar cambiar la dinámica. El susto ha llegado hasta el palco, porque el calendario no perdona y llegar a febrero se puede hacer largo, incluso para Ancelotti.
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