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Nagelsmann se limitó a sonreír durante la previa, pero la presión que sentía el técnico del Bayern era innegable. No solo debido a un arranque de año demasiado irregular (tres empates en seis partidos) y su particular guerra con Neuer tras la destitución de su íntimo Tapalovic como entrenador de porteros, sino también porque volvía la Champions. Y con ella volvían los fantasmas de Villarreal, verdugo de los bávaros en los cuartos de la pasada edición que pusieron en jaque al míster muniqués. Evitar un jaque mate, en ello coincidían todos en Alemania, pasaba ahora por seguir adelante en Europa, sobre todo ante un PSG en horas bajas y con su estrella tocada.

De la teoría a la práctica hay una distancia por recorrer. Lo supo Nagelsmann, que fue madurando el partido hasta que decidió cambiar algo en el descanso. Davies por Cancelo. A los ocho minutos de la segunda mitad, fue el canadiense el que vio a Coman en el segundo palo, le puso al galo el tanto de la victoria en bandeja y provocó una sonrisa ganadora en el rostro de Nagelsmann, esta muchísimo más sincera que durante la previa teniendo en cuenta que había tenido una mano de oro. Era claro que le tocaría sufrir a los suyos para llevarse la victoria, sobre todo cuando entró Mbappé para asediar al Bayern durante los compases finales. Pero el Bayern resistió. Supo ser grande contra un grande en un escenario grande. Y dio a la razón a su entrenador, que respira. Al menos hasta la vuelta.