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A Vinicius no le asusta Mbappé

A Vinicius no le asusta nada. No le asustó el Real Madrid cuando llegó con pocos años y una maleta en la que cargaba el tesoro de su pasmosa velocidad, pero carente de las dos condiciones primordiales que debe tener el jugador de ataque: ver al compañero y ver el gol. No le asustaron los primeros patadones con que España le recibió desde su Segunda B, no le asustó luego el Santiago Bernabéu, no le asustaron las burlas por tantas carreras sin fruto, que solamente terminaban en gol previa una sucesión de rebotes, imperfecciones sobre la imperfección, que arreglaban la jugada.

Tampoco le asustó que la ausencia de Sergio Ramos le convirtiera en pararrayos de las iras del antimadridismo nacional, efecto mixto de su condición de figura y de algunas actitudes que no se interesó en corregir; ni siquiera le asustó esa sobrevenida imagen de símbolo antirracista internacional. Difícilmente iba a desanimarse o afligirse por la sombra de Mbappé, que de nuevo planea por su banda. De modo que vuelve de la gira americana reconfirmado como mascarón de proa del Madrid con nueva exhibición ante la Juve que incluyó un gol de bandera, carrera veloz a pase de Kroos y finalización sabia.

Pero pese a Vinicius el Madrid vuelve con una segunda derrota que afea la gira. Ancelotti insistió en el 4-3-1-2 con Modric-Kroos-Camavinga-Bellingham en la media y los primeros veinte minutos fueron tal desastre que ya no hubo arreglo. Cuando el equipo se asentó, mandó pero no remató bien y Joselu tuvo la desdicha de fallar un gol cantado. Y cuando avanzada la segunda mitad se retiró Vinicius, aquello fue el fin. El Madrid vuelve de la gira un poco deslucido por la rareza de haber acertado más veces con el marco que con el gol, lo que ha deslucido los resultados y con la pena de que Bellingham haya ido de más a menos.