A Leipzig bañados en agua bendita
El Madrid de ‘los Garcías’ tuvo un entrenador competente y dicharachero, aquel que dejó dicho lo de que “fútbol es fútbol”. En jornadas felices estimulaba el optimismo sumando a los puntos que había ganado el Madrid los que habían dejado de ganar los rivales. Con su ábaco personal nos daría que el Madrid ha ganado esta semana once puntos: los tres de verdad, los tres que dejó de ganar el Girona, los otros tantos que dejó de ganar el Atleti y los dos que se le escaparon al Barça en Montjuïc. Once puntos de una sentada justifican el estado de optimismo con que el Madrid viaja a Leipzig. Incluso la baja de Bellingham parece ‘pecatta minuta’.
Nunca como hasta ahora me ha parecido el Madrid tan bañado en agua bendita. Debe de ser la calma seráfica de Ancelotti, al que ni los peores contratiempos le alteran. Afrontó la temporada sin Courtois ni Militao ni Benzema, ni ningún desembolso para remediar al menos uno de los tres agujeros. Le ha faltado Vinicius dos meses. Le han llovido las bajas en el centro de la defensa, donde sigue mermadísimo, le falta Bellingham y recuerda que ha ganado aun cuando faltaba. Esa seguridad es un valor en sí. Ahora se ve acrecentada por una mente relajada en la idea de que LaLiga empieza a parecer ya una suave cuesta abajo hacia el título.
Sin embargo, hay partido de Copa de Europa en suelo alemán, donde Tchouameni y Nacho tendrán que vérselas con dos delanteros de aúpa, Sesko y Openda, con Olmo como alimentador del ataque y chutador fácil cuando se acerca al área. Hasta ahora la parcheada defensa ha funcionado, con un Tchouameni que está gustando más ahí que en su puesto natural. Se supone que por Bellingham jugará Brahim, que en los ratos que va juntando convence y marca goles, pero no tiene el mismo espesor. Lo que no faltarán son ni la brújula de Kroos, que juega mejor que nunca, ni el buen ánimo colectivo, provechoso si no degenera en confianza excesiva.