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El Madrid revisa el chasis en el derbi

Salvo el asunto del pasillo negado al campeón, el derbi respondió a las peculiares expectativas generadas después de la semana triunfal del Real Madrid. Celebración del campeonato en Cibeles, victoria contra el Manchester City en una contrarreloj que hizo historia y periodo de descompresión hasta la final de París, donde se medirá con el Liverpool, que no tiene un segundo de respiro para relajarse. Le apura el incandescente desenlace en la Liga inglesa y la final de Copa en Wembley. Le sobrarán esfuerzos y tensión antes de encontrarse con el Madrid.

Sobre estas cuestiones del agotamiento físico y mental se debate desde tiempo inmemorial. ¿Qué conviene en esta clase de situaciones, llegar enchufado y sin descanso, o llegar descansado pero menos exigido porque los deberes previos ya están hechos? Al Real Madrid le han respondido los jóvenes en los últimos partidos. Se han portado como la fiel infantería en momentos de graves compromisos, pero el núcleo del equipo está integrado por futbolistas veteranos, muy castigados por los esfuerzos.

Si Benzema, Modric, Kroos y Casemiro no necesitaran reparar energía, sus casos desafiarían las leyes naturales. Vinicius también requiere un periodo más leve de consumo. En cada partido ha jugado a la máxima velocidad, quemando goma, estirando al equipo, marcando goles y proporcionándolos. Es un delantero de esfuerzos continuos y explosivos, una bomba de energía que conviene gestionar en las tres semanas que faltan para la final de la Copa de Europa.

Ancelotti mezcló en el Metropolitano y ojeó a Jovic, casi inédito durante la temporada. El chico no arranca. Se le notaron los desajustes en la mayoría de sus intervenciones. Su lenguaje corporal tampoco invitó al optimismo. Pareció tenso, incómodo, fuera del feliz panorama del equipo. Nadie espera a Jovic en el Madrid, circunstancia que no le descarta como imprevisto héroe de la final de París. En el indescriptible recorrido del equipo por la Copa de Europa, sólo falta que Jovic o Bale arreglen el drama en el partido del año.

El derbi exigía todo al Atlético y poco al Real Madrid. Se apreció en las alineaciones. Ancelotti concedió la oportunidad a Lunin en la portería y a Vallejo en el centro de la defensa. Lucas Vázquez y Nacho ocuparon los laterales de la defensa. Los dos han entrado en una categoría especial: no son titulares, ni suplentes, son una navaja suiza que funcionan de maravilla en todas las ocasiones. Sin ellos, al Madrid le habría resultado imposible completar su espléndido y sinuoso recorrido por la Liga y la Copa de Europa.

Las urgencias correspondieron al Atlético, dominador, pero sin claridad en el primer tiempo, incisivo en el contragolpe, la segunda parte, premiado con el gol después de un penalti contemporáneo, de los que se escenifican en cinemascope por la cámara lenta. El fútbol tiene una velocidad natural que se pierde con el VAR, que tiene vocación de policía secreta. Busca y rebusca en las jugadas para darse razón. A cámara lenta, frame a frame, el fútbol olvida su naturaleza y se convierte en una ratita de laboratorio.

El Atlético desperdició varias oportunidades en la segunda parte y Oblak se encargó de desbaratar las mejores del Real Madrid. Al fenomenal portero eslovaco se le acusa de un descenso en su rendimiento. Quizá sea verdad, pero en comparación con el resto de los jugadores y de las líneas del equipo, Oblak es una garantía extraordinaria en el Atlético, un lujo en toda regla.

Dijo mucho del encuentro la escenografía de los cambios. Excepto Jovic, que se retiró hundido, los demás se abrazaban a Ancelotti con una fraternidad festiva, a pesar del resultado. El gol de Carrasco no modificó el plan del Madrid, que jugó un partido de preparación, un veraniego en primavera, a tres semanas vista de la gran final de París.