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Nuestro derbi es París

Dos guiones opuestos. Cerca de 64.000 atléticos acudieron al Wanda como si les fuese la vida en ello. Los 300 madridistas que irrumpieron en territorio rojiblanco se limitaron a pasar la tarde con la felicidad de saberse campeones y convencidos de que este derbi era casi como un Trofeo de San Isidro (el próximo domingo celebraremos las fiestas de nuestro patrón). De hecho, mi amigo Alfonso Moreno, que acudió al partido con sus hijos Gonzalo, Pablo y Alfonso, me dijo tras el encuentro que fue una gozada irse del campo al grito de “¡Campeones, campeones!”, ante el que los vecinos no pudieron replicar dado que la realidad es incuestionable: unos celebran meterse en la Champions y otros un posible doblete que sería caviar y oro puro en la misma bandeja. El pensamiento de la tropa del Cholo está en Elche, allí juegan el próximo miércoles, y la de Ancelotti en la final de París ante el Liverpool. Maneras de vivir...

Incomparecencia. No hubo pasillo, ya estábamos avisados. Allá ellos por perder esta oportunidad de quedar como un club señor. Encima, el club rojiblanco permitió que en su fachada principal se colgase una pancarta de mal gusto, que incrementa el mal sabor por el ‘no pasillo’: “La Prensa y los de amarillo, 120 años de pasillo”. Estos topicazos victimistas reducen la fuerza de una institución. Sobre todo si encima ganas el derbi con un gol gracias a un penaltito. El forcejeo de Vallejo con Cunha, como dijo Iturralde en el Carrusel, no es para penalti. El VAR se activó porque el central aragonés le pisa sin querer al brasileño. Pero estaba ya cayéndose. El VAR no está para una jugada más gris que el primer tiempo que hizo el Madrid. Y no olvido que la patada alevosa de Savic a Nacho le salió gratis al montenegrino. Si llega a ver amarilla se habría ido a la calle en la segunda parte tras otra entrada aparatosa, esta vez sobre Vini. El caso es que los flamantes y vigentes campeones estuvieron recluidos en esos primeros 45 minutos en su particular metaverso. Cierto que solo había tres titulares en el verde (Casemiro, Militao y Kroos). Pero jugaron sin entusiasmo, sin intensidad, sin presionar arriba, sin alegría... No parecía un derbi. También era difícil tomárselo en serio cuando antes del partido entraron al campo unos tipos, portando el balón del encuentro, disfrazados de Darth Vader y soldados de la Armada Imperial simulando un episodio de La Guerra de las Galaxias. Olvidaba el guionista de la ocurrencia que en este derbi no había guerra ninguna y tampoco había galácticos en el terreno de juego, sino en el banquillo (Benzema, Modric, Vinicius...). Aun así, el Atleti perdonó ante Lunin y luego acabó pidiendo la hora...

Héroe Oblak. Es curioso que pese a jugar el Madrid a cuarto de gas (ni siquiera a medio), acabó convirtiendo a Oblak en la figura del Atleti. Cuando entraron al ruedo el ‘Halcón’ Valverde, Modric y Vinicius corrió un sudor frío en las gradas del Wanda. Pero el esloveno es mucho portero y sacó tres balones que ya olían a red, así como un cabezazo fallido del capitán Nacho que era un gol cantado. Y se acabó. Derrota que no nos quita ni una hora de sueño y sin lesionados para París. Ese sí que será nuestro gran derbi.

Va por ella. El fútbol es también corazón. Por eso les digo que este triunfo del Atleti me alegra por Marina Díaz San Segundo, una joven atlética de raza a la que la vida le está golpeando con crudeza. Pero está luchando y esta victoria le dará fuerzas. ¡Felicidades, Marina!