Darle la espalda al 'fair play' es invocar a la Superliga
Imaginen que en el ático de su edificio vive Elon Musk, capaz de comprarse Twitter si le dan diez minutos de recreo, y en el primero una pareja de mileuristas con una hipoteca hasta las cejas. Y que, por tanto, están obligados a pactar si hay que forrar el portal de mármol o si el portero debe vestir de Versace o con un mono. Multipliquen la exageración por dos y tendrán la UEFA. Ceferin administra esa comunidad, necesita los votos de todos y entiende que solo la vía disciplinaria sofoca conflictos.
El fútbol puso en marcha su Plan Marshall durante la posguerra. La Copa de Europa fue instrumento de conciliación, traspasó el Telón de Acero y supo mirar a Este y Oeste. Ese tiempo pasó y al fútbol empezó a llegar un dinero que no producía el negocio para blanquear magnates o estados y aquello alteró el orden natural de las cosas: el City pasó al United, el Chelsea al Liverpool... y el Málaga fue a la Champions y ahora le ronda la salida del fútbol profesional. Para evitar que ese artificio liquidara un club si el oligarca cambiaba de capricho nació un 'fair play' financiero que se transgrede con total impunidad. Vista esa inacción, los clubes que no se alimentan del petróleo creen que los ingresos que les ofrece esa UEFA que mira a otro lado no les permitirán mantenerse en el cartel. Si Ceferin quiere conocer el germen de una Superliga que a mí tampoco me gusta, que empiece por ahí. Y que no aparente que su invento será igual sin tres equipos que han ganado casi un tercio de las Champions.