El Madrid es el tiburón del nuevo formato
Cualquiera que sea su destino en esta Copa de Europa, y parece francamente bueno, el Real Madrid se ha reservado unos cuantos partidos inolvidables. En el Etihad, se sobrepuso a un devastador arranque del Manchester City y se entregó al intercambio de jugadas, goles y belleza. Los más puntillosos dirán que los dos equipos fueron víctimas de errores, pero el fútbol resplandeció en un partido limpio, de una saludable honestidad, emocionante por su incertidumbre y por la respuesta de los jugadores, espectacular por la belleza de los goles, una hermosura de encuentro que magnifica la vuelta que se avecina en el Bernabéu.
Es probable que el nuevo formato de la competición, que anula la ventaja de los goles en campo contrario, empiece a operar en las eliminatorias finales de la Copa de Europa. El Real Madrid marcó tres goles en Stamford Bridge y los recibió en la vuelta de los cuartos de final contra el Chelsea. Superó el trago con dos goles, uno de ellos en la prórroga.
En París perdió 1-0, después de soportar a duras penas la sacudida del PSG. En las ediciones anteriores, muchos entrenadores suspiraban por una victoria tan corta, sin recibir un gol en el primer partido. Permitía especular mucho más que ahora, afectando al vuelo de los partidos. Contra el equipo francés, el Madrid remontó en una noche milagrosa. Anotó tres goles, que es su cifra de referencia. En el viaje desde los octavos de final hasta aquí, ha jugado cinco partidos, con tres derrotas y dos victorias. Donde descansa su feliz cuenta de resultados es en la producción de goles: 11 goles. Tiburonea en el novedoso formato.
La victoria del City fue tan corta como la que obtuvo frente al Atlético en una eliminatoria que se movió en el perfil anterior del torneo, resultados ajustados, especulación y vuelo rasante. No ha sido lo habitual en esta edición de la Copa de Europa, caracterizada por goleadas (Bayern al Salzburgo, Manchester City al Sporting de Portugal, Liverpool al Benfica) y por una crecida reseñable en la media de goles. El empate a tres del Benfica en Anfield o la saga del Real Madrid en sus eliminatorias con el Chelsea, PSG y Manchester City indican que el cambio del formato tiene consecuencias, favorables a la descompresión del juego.
En el Etihad, el Madrid reivindicó varios de sus rasgos más celebrados: su empaque en las situaciones más dramáticas, la capacidad para solucionar problemas que a otros equipos les resultan insuperables y la contrastada categoría de unos jugadores que han ganado todo o casi todo, algunos de ellos en el momento cumbre de sus carreras –nadie en el panorama mundial se acerca a Benzema esta temporada– y otros camino del estrellato, caso de Vinicius, que no deja migas en los partidos. Todos le sirven. En Mánchester, marcó una maravilla de gol.
El Manchester City confirmó por enésima vez que es un equipazo y que su radical propuesta embellece el panorama del fútbol. Acorraló al Madrid contra las cuerdas y le tuvo al borde del desplome. Kevin de Bruyne fue un gigante en un partido de colosos. Los demás no alcanzaron su nivel, pero Foden, Mahrez y Bernardo Silva se movieron como anguilas en muchas fases del encuentro. En cuanto a los errores defensivos, fueron parecidos a los del Real Madrid, en medio de un partido frenético, sin tregua, al máximo galope.
El City hizo honor a su condición de líder en la Premier League, que desde España se observa con un respeto más que reverencial, excesivo probablemente. La autoridad del Real Madrid no descansa en el intangible que le proporcionan sus 13 títulos de campeón, ni en el valor añadido de la camiseta. Quizá ayuda en la confianza del equipo y en el respeto que provoca en los rivales, menos en cualquier caso que los brillantes recursos de sus jugadores. En el Madrid juegan campeones del mundo (Kroos), de Europa (Carvajal, Casemiro, Modric, Alaba, Benzema, Asensio, Lucas Vázquez…) y un Balón de Oro (Modric). En este capítulo, el City sufre por comparación. Ninguno de sus magníficos jugadores ha ganado la Copa de Europa, ni un Mundial. Buscan alcanzar lo que la mayoría de los futbolistas del Madrid ya conocen, diferencia que a un equipo le cubre con una piel de elefante y al otro le afina la piel. Es una ventaja que el Madrid no deja de administrar, sea cual sea su rival.