Ancelotti: nunca dejes de creer en él
Ser entrenador del Madrid es como ser un trapecista sin red. Sabes que al menor error en un ejercicio, caerás con todo al precipicio. En la cultura del Bernabéu no hay memoria cuando se habla del banquillo. Por mucho que hayas ganado, si pisas una piel de plátano o tienes un mal día en la oficina te espera un aluvión de críticas inmisericordes. Todo esto viene a cuento porque desde la mala noche del Madrid en París (15 de febrero), muchos madridistas ya habían metido a Ancelotti en el vagón de la sospecha. Llegó la remontada gloriosa ante el PSG en la vuelta y bajó el suflé instigador contra el italiano. Pero bastó un mal partido en el Clásico para que otra vez apareciesen los mensajes derrotistas. "No jugamos a nada; siempre saca a los mismos y están viejos; necesitamos un entrenador que apueste por los jóvenes...". Ancelotti, desde el silencio de su casa de La Finca donde estuvo obligado a reposar por el COVID-19, fue tragando saliva con respetuoso silencio.
Carlo ya tiene mucha mili encima y después de haber ganado tres Champions como entrenador y dos como jugador, nadie le va a contar ahora de qué va la vaina. Le dijeron que el Madrid jamás había derrotado al Chelsea y que jamás los blancos habían tumbado a un equipo entrenado por Tuchel. Pues Carletto se subió el miércoles por la mañana a un avión con su negativo en la chaqueta, se sentó con los jugadores en el Hotel Conrad Saint James y les explicó qué debían hacer en el campo para desarmar a los blues. Colocó a Valverde en su sitio y destrozó el sistema defensivo de Tuchel con las bandas desdobladas con Mendy y Vinicius, por la izquierda, y Carvajal y Valverde, por la derecha. Y cuando salió Lukaku con su cuerpo XXXXL, Ancelotti varió el sistema y le puso al gran Casemiro. Ahí se acabó el efecto estampida del bisonte belga. Se acabó la maldición del Chelsea y de Tuchel. Grazie mille, Carlo.