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La flor de Luis Enrique en el jardín de Del Bosque

La diosa fortuna es caprichosa. Y para ganar el Mundial no sólo es necesario que se manifieste, sino que lo haga en tres momentos muy concretos: el sorteo de la fase de grupos, las lesiones durante el Campeonato y el árbitro de la final. A lo que ahora, en los tiempos modernos, habría que añadir el VAR. El viernes se sortea el Mundial de Qatar y ahí empezará la reconquista. Que vayamos a un grupo cómodo que nos permita vivir sin sobresaltos en las dos primeras semanas (que esta vez serán las dos últimas de noviembre) sería empezar con buen pie.

Lo de las lesiones durante el Mundial también es de obligado cumplimiento. Es mejor que nos las haya, pero de haberlas siempre es conveniente que no afecten a las áreas, es decir ni al portero titular ni al goleador. En el caso de España, a Unai y ya veremos a qué otro jugador. Particularmente me inclino por Ferran, que es a quien veo con más capacidad goleadora. El tercer factor, el árbitro de la final, ya me preocupa menos. Porque para que me preocupase, España debería llegar a ese gran último partido. Y de momento tengo otras cosas en las que pensar.

Hubo un tiempo en que España lo ganó todo. No hace tanto del ciclo 2008-2012 en el que se conquistaron dos de las tres Eurocopas y el único Mundial de la historia, el de Sudáfrica 2010. Luis Aragonés, que en paz descanse, y Vicente del Bosque fueron los líderes de esas selecciones. En mis muchas conversaciones con ambos aprendí que si se alcanzó el éxito fue por la combinación de dos factores: buenos jugadores y buena suerte. Luis Enrique tiene buenos futbolistas. Le deseo mejor suerte.