El encanto de Morata, Olmo y Soler
La categoría de amistoso permitió a Luis Enrique la licencia de dar un vuelco al once y la decisión sentó fenomenalmente a la Selección. Solo repitió Morata, que demostró por qué es el delantero que quiere el técnico asturiano. España convenció de verdad ante Islandia, con un tránsito de balón animado y vertical que se complementó con el dinamismo posicional de todos los jugadores. La aparente fragilidad de Islandia, constatada en todo momento, no debe depreciar el valor del partido de la Selección. Jugó muy bien y encontró rutas alternativas para momentos y circunstancias distintas.
Con Dani Olmo nada extraña. El jugador del Leipzig compareció como lo dejó ante Albania. Estuvo absolutamente brillante y su forma de jugar engrandece a la Selección. Demuestra una intuición para permanecer abierto en la banda izquierda o cerrarse para liberar la llegada de Jordi Alba según requiera la acción. Sus toques siempre dan continuidad a la circulación y su uno contra uno mejora cada día. Poderosa en el frente de ataque, con Morata habilitando espacios con su movilidad y recuperaciones con su trabajo indesmayable en la presión, España contó con el buen hacer, nada sorprendente por otro lado, de Carlos Soler. Es un futbolista especial en esta Selección, tanto por lo que hace con el balón, con un sentido de la verticalidad destacado, como por sus desmarques sin él. A partir del valencianista, junto a un Koke certero en la dirección, España no masticó las jugadas en exceso y abordó las inmediaciones del área de Islandia por todos los lados. Especialmente se lanzó por el agujero que tenía Islandia en el lado derecho. No fue un equipo episódico, tampoco se rebajó con el carrusel de cambios. España se gustó, desmontó a Islandia y se armó de razones para seguir creyendo en lo que hace. Se aprecia el talento y su hambre. Tiene encanto. No hay ningún partido que sea un engorro para una Selección que sigue el paso correcto.
Combinación de quilates
Guillamón aparece con libertad y da una entrega afilada para la posición de Soler. El centrocampista lo que hace es dejar pasar el balón y arrastrar rivales. Morata resuelve con grandeza en el segundo palo.