Atrapa a un ladrón

Algunos se aferran a la suerte. Otros a la casualidad. Pero que Karim Benzema haya marcado tres goles fundamentales de la historia reciente del Real Madrid presionando al portero, provocando en el rival un fallo infantil e inexplicable, no puede ser casualidad. Es causalidad. El francés introduce la duda donde no la hay. Hackea el sistema de seguridad del rival más infranqueable de manera insólita, en el momento más inesperado. Cuando el partido está tranquilo, casi de encefalograma plano, ahí es cuando Benzema percibe un leve cambio en el aire, lee el momento y mete el cuchillo, leyendo la mente a los rivales, introduciendo el miedo en sus cuerpos. Benzema es un depredador que se alimenta de la relajación de los demás. Y lejos de oxidarse y de perder facultades, solo ha ido mejorando con el tiempo. Ha pasado de gato a viejo zorro.

El primero de estos milagrosos goles fue en las semifinales contra el Bayern de Múnich de 2018, en el Bernabéu. Un inesperado error de Ulreich, portero suplente de Neuer, fruto de la presión de Benzema, fue el golpe psicológico necesario para dar la vuelta a la eliminatoria. Ahí murió el partido. Supo detectar el instante y presionar cuando nadie lo esperaba. Acechando atento hasta que la presa se distrajera un instante. Supuso el pase para la final de Kiev. Fue precisamente en ese escenario, en la capital ucraniana, donde Benzema consiguió su segundo gol histórico ya marca de la casa, provocando el inolvidable cortocircuito de Karius cuando nadie lo esperaba. Y además de conseguir un valioso gol de la absoluta nada, dinamitó la confianza del portero para el resto de la final. Destrozó al Liverpool.

Ancelotti saludó a Mbappé tras el partido.

Y el tercero de estos goles, ya para el recuerdo, ha sido su tanto tras robar la cartera a Donnarumma, dejando en evidencia nada menos que al portero campeón de la Eurocopa. Justo cuando el PSG empezaba a dormir el partido y el Madrid a bajar los brazos. Justo cuando los mensajes de refundación del club comenzaban a llegar a los móviles, Benzema noqueó a un equipo que había hecho todo casi perfecto hasta ese momento, haciéndole entrar en una crisis de personalidad. El resto ya es historia. Para algunos todo esto será casualidad. Porque una ardilla podría cruzar toda la vitrina de trofeos del Madrid saltando de excusa en excusa, encaramándose a todo tipo de explicaciones paranormales, de golpes del azar y de supuestos errores del rival. Otros entienden de fútbol y de momentos. Como Karim Benzema.