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Demasiado tarde y demasiado poco

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Salimos de una pandemia y nos metemos en una guerra. Parece que no hemos aprendido nada. Una vez más queda claro que el fútbol es todo lo contrario. Es pasión, sentimiento y felicidad. Mientras el sonido de los cazas retumba en la ciudad de Kiev y las sirenas antiaéreas avisan a las familias que se escondan en las estaciones de metro, sin poder impedir que mueran cientos de personas, el Valencia y el Betis vuelan directos a la final de la Copa del Rey y ya parece que la guerra de ahí al lado, deja de oírse gracias al rugido de las aficiones festejando sus triunfos.

La vida es muy complicada y cada uno la vemos de una forma. Tanto que nos escandalizamos y nos arrodillamos antes de un partido para denunciar un gesto racista, pero no hacemos nada cuando semana sí, semana no, asesinan a una mujer, o un entrenador propone hacer un gang rape a una de sus jugadoras. Y lo fuerte es que sigue entrenando. No me imagino a un entrenador de primera llamando "macaco" a un jugador y permaneciendo en su puesto.

Hay cosas que llaman la atención y mucho. Tampoco entiendo por qué el Schalke durante 15 años lució con satisfacción el logo de Gazprom, la empresa propiedad de Putin y sus colegas, mientras tenía lugar la brutal guerra de Georgia o mientras el mandatario ruso suministraba armas a Bashar al-Assad en Siria. Y es que la sombra de Gazprom es muy larga. Es uno de los principales patrocinadores de UEFA, de la Champions y da nombre al estadio donde iba a disputarse la final. También esponsoriza la Liga Europea de Naciones, y además, es uno de los tres patrocinadores de la próxima Eurocopa del 2024.

Sergey Semak, entrenador del Zenit.
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Sergey Semak, entrenador del Zenit.REUTERS

Tal vez, como dijo Sergey Semak, entrenador del Zenit, otro equipo financiado por Gazprom, "no hay que mezclar deporte y política", como si la política no estuviera relacionada con todo… Al menos ahora el exequipo de Raúl ha dicho basta, y está dispuesto a quedarse sin los 17 millones que recibe por temporada. Al igual que FIFA. En el 2018, Infantino, después de la Copa del Mundo, denunciaba la injusta mala imagen que tiene Europa de Rusia y ahora condena el “uso de la fuerza en Ucrania” por parte de los rusos.

Si Europa y USA no se ponen de acuerdo para acabar con esta barbarie, qué puede hacer el mundo del fútbol si ni siquiera puede controlar el racismo en los estadios. ¿Cómo el fútbol, algo tan banal, puede estar relacionado con algo tan serio? Pues sí lo está desde el momento que ha dado la bienvenida a oligarcas, magnates y estados nacionales, a cualquiera que tuviera dinero sin importar sus valores y sus motivos para así permitir transferencias y salarios infladísimos que nada tienen que ver con la naturaleza del fútbol.

Ahora, quitan a los patrocinadores de las camisetas, mostrando al mundo su desacuerdo cuando ya es demasiado poco y demasiado tarde. Aunque más vale tarde que nunca, si no que se lo pregunten a las jugadoras de la selección de USA que después de seis años se les va a pagar la misma cantidad de dinero que a sus compañeros por hacer el mismo trabajo. Parece obvio, pero para algunos no lo era. Tal vez, aunque tarde, estemos moviéndonos hacía una sociedad mejor. Ojalá este 8M sea el último que celebremos. El balón está en nuestro tejado, ¿jugamos?