PSG, olvídate: Mbappé ya es blanco

En la vida hay gente que jamás asume riesgos. Personas dóciles, acomodaticias, incapaces de saltar sin red, con vértigo si se asoman a la barandilla de un pantano, hipocondríacos convencidos de que lo peor está por llegar, conservadores existenciales, carta mesa presa... Eso se puede trasladar al fútbol. Si Mbappé respondiese a ese perfil, ya habría firmado hace unos meses su renovación con el PSG y luciría palmito por los cafés más elitistas de París presumiendo por ser el futbolista mejor pagado del mundo, incluso por encima de Messi (60 millones de euros netos al año) y Neymar (47). Pero resulta que el chico es tan diferente a la mayor parte de los mortales que prefiere luchar por sus sueños y no por su cuenta bancaria. Entre el honor y el dinero se queda con lo primero. Y rima.

Kylian está mostrando una resistencia estoica ("la virtud es el único bien") ante las presiones monetarias que llegan desde Qatar. Si quisiese, Mbappé tendría en París la casa lujosa que poseía el Gran Gatsby en Long Island en los años lujuriosos y lujosos de inicios de los felices 20. Cada día podría invitar a su fastuosa mansión a Leo, Ramos, Ney o Donnarumma y tirarse el pegote por ser el number one con botas y sin ellas. Pero sería un multimillonario infeliz y por las noches vería atormentado en su gigantesca tele de plasma digital, entre lágrimas, el vídeo de las 13 Copas de Europa ganadas por ese equipo con el que sueña desde que era un niño. El dinero, ya saben, no te da la felicidad.

Kylian solo piensa en surcar las bandas de ese nuevo Bernabéu que será en unos meses el estadio más bello del planeta Tierra. Será el eje del proyecto, el Macho Alfa de un Madrid que aspira a reeditar los éxitos conseguidos con Cristiano al frente. Mbappé será el más rico de todos. Millones de corazones blancos serán suyos.