Pongamos que hablo de fútbol
Pues parafraseando la célebre canción de Sabina, Pongamos que hablo de fútbol, y no del choque de trenes que se anuncia para esta noche en Mestalla. De un pulso sin concesiones, con dos entrenadores que no se pasan ni una desde tiempos inmemoriales. Pongamos que evitamos referencias a si el modelo Bordalás es uno de los más criticados en España o si Marcelino ha tratado de condicionar en sala de prensa la resolución de una eliminatoria preciosa, que parte de cero por aquello de que los empates anulan los partidos en el sistema actual de eliminatorias. El cruce de declaraciones recientes entre ambos técnicos, poniendo fin a una tregua que poco ha durado, ha aportado un ruido que no distrae en una cita tan atractiva. ¿Veremos al Athletic supremo que fulminó a Barça y Madrid, el mismo que destartaló a la Real en el derbi? ¿O al distraído de Mallorca y abrumado por el dentista culé en el Camp Nou? ¿Y qué versión tendremos de este Valencia táctico?
Jugar una tercera final consecutiva es para los leones rememorar parte de su histórica grandeza: desde comienzos de los años 30 del siglo pasado no lo logran. Estamos ante dos equipos situados en el Olimpo de los cinco mejores de la historia de la Copa. Y uno de ellos, el Athletic, ha sido el rey hasta hace dos telediarios. El propósito era disertar sobre fútbol, sobre deporte, del once contra once, pero hay tantas Fallas alrededor que al final, pongamos que poco he podido hablar del juego.