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Jokubaitis jugó con el alma de Saras

"¡El problema son vuestras caras!”. Al borde del descanso, con el Barça sudando sangre para remontar punto a punto la final, Jasikevicius pidió un tiempo muerto y los rostros de sus jugadores no le convencieron. Sin duda, estaban jugando con miedo a ganar y se lo reprochó. Para Jasikevicius, el asunto era cómo trasladarles que ganar la final era posible. El siguiente capítulo del proceso de refuerzo mental que el lituano hizo durante el partido fue al principio del tercer cuarto. Mirotic maniató a Yabusele, que acabó comiéndose le posesión del Madrid. Saras le pidió a Nikola que sonriese. Quería liberar a sus jugadores de la presión y, milímetro a milímetro, lo fue consiguiendo. Pero faltaba la explosión final.

Y la bomba del partido fue Rokas Jokubaitis, ese chico lituano que llegó el pasado verano después de un momento de duda en el que pareció, por un momento, que podría ir a la NBA. Desde el invierno de 2020, sin embargo, Jasikevicius y Nacho Rodríguez, entonces manager general de la sección, habían tenido reuniones con su familia. Ese proceso de seducción fue clave para que el jugador no saltase de Lituania a Estados Unidos. Jokubaitis jugó el último cuarto con el alma de su entrenador. Su triple, sus dos entradas fabulosas de izquierda, fueron las de un ganador. Luego Mirotic, gran y merecido MVP, metió los tiros libres, levantó el título y sonrió. Lo que le pedía Saras.