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Los leones rugen. Berenguer, con una acción técnica espléndida, sacó su casta navarra para tumbar en la lona al Madrid cuando todos sopesábamos la posibilidad de un extra time (prórroga) que aventuraba emociones fuertes en la Catedral. Siendo honestos, no hubiese sido justo. El equipo de Ancelotti jugó aturdido, espeso, con el 'jet lag' físico y emocional provocado por la diáspora kilométrica de estos virus FIFA que se empeñan en convertir el calendario en una hamburguesa de varios pisos. Pero no es excusa. Si Carletto tiró de Rodrygo y Vinicius, que hace menos de 48 horas estaban jugando al otro lado del planeta contra Paraguay, es porque sabe que con Hazard y Bale no se puede contar ni para jugar una pachanga con los cuñados el fin de semana. La falta de compromiso ha logrado que el italiano prefiera exprimir como un limón a sus veinteañeros, a los que se vio con más deseo que fútbol. Y qué decir del tema Jovic. Asensio, primero, e Isco, después, jugaron de ‘falso 9’ por delante del serbio. Eso deja a las claras que lo de Jovic debió resolverse en verano. Sabemos que Asensio e Isco son, efectivamente, falsos nueves. Pueden jugar de enganches, de conductores del juego y hasta de extremos, pero cuesta imaginarlos como killers del área. Y eso que el malagueño tuvo una ocasión clara en el último minuto que hubiese forzado la prórroga, pero hubiese sido como hacerse trampas en el solitario. Por intensidad, por pasión, ambición y hasta por juego el Athletic de Marcelino se trabajó un final feliz que nadie le puede discutir.

Factor Casemiro. El muro de contención del líder de la Liga tuvo la eliminatoria en sus botas. Su mano a mano con Agirrezabala se estrelló en las piernas del buen suplente de Unai Simón y, cerca del final, una salida de balón precipitada y errónea del brasileño dio pie al jugadón individual de Berenguer. Los partidos, por buenos o malos que sean, se deciden por detalles así. Si Casemiro hubiese sido Benzema habría embocado el 0-1 y quizás ahora estaríamos hablando de otra cosa. Pero siendo honestos, el cuento acabó como debía. Con San Mamés rugiendo de felicidad tras haber ajusticiado en sus dominios a Barça y Madrid. La Copa queda más abierta que nunca para los leones, aunque Valencia, Betis o Rayo también quieren escribir su cuento de hadas. Esta Copa es así. Todo o nada en 90 minutos.

La afición sufre. A pesar de esta dolorosa eliminación en San Mamés no me olvido de mis amigos de la peña ‘La Catedral Blanca’ de Burgos (el nombre va al dedillo), de los vikingos de la ‘Gran Familia’ de Hellín (paisanos, al final os vino bien no viajar a Bilbao) y también de Alfonso Moreno, un madridista ejemplar que acaba de recibir su insignia de oro por sus 50 años de socio del mejor club de la historia del fútbol (una derrota no mancha una hoja de servicios imperial). Y no me olvido de Fermín Batres, el buen quiosquero de mi barrio que desde el año 1999 me guardó fielmente cada día mi ejemplar del diario AS. Con los 40 grados de julio, con el viento de otoño, con el confinamiento de la pandemia en la que solo salíamos por el barrio una docena de personas... Solo cerró en 23 años con Filomena porque la nieve casi le hunde su coqueto quiosco. Hace unos días nos dejó para siempre. Era un madridista sereno y fiel a la causa. Siempre comentábamos los partidos. Mi hijo, al que le vendiste todos los cromos de fútbol imaginables, y yo te echaremos siempre de menos, amigo. Ojalá que allá arriba puedas celebrar la Liga y la Champions.